Cuando acepte aquel trabajo no era consciente de los riesgos que entrañaba. Debía iniciar el estudio antropológico de una tribu que había sido recientemente descubierta en el centro de África, en una selva virgen. La Universidad en donde daba clases había decidido que era mejor que me tomara esas "vacaciones" para recuperarme de la separación de mi esposa, que había sido muy traumática, quedándome yo con nuestros dos hijos: Pablo y Marta, de 13 y 11 años respectivamente. Yo por entonces tenía 40 años, y estaba de bastante buen ver.
Como solamente íbamos a estar un mes allí, me lleve a los chicos conmigo, para que vivieran una experiencia única en la naturaleza más salvaje. No pude imaginar como de única seria…..Nos instalamos al lado de su campamento. Eran una gente muy reservada, ya que no conocían a los hombres blancos, y se sabía poco de ellos. Vivían en chozas comunales y no parecían peligrosos. Se habían mostrado siempre muy reservados, pero también curiosos por la novedad que aparecía ante ellos. Nosotros éramos cinco personas. Otra antropóloga más mayor que yo, de unos 60 años, los chicos y un nativo y yo.
Para integrarnos con ellos adoptamos algunas de sus costumbres, como ir desnudos. En casa siempre habíamos sido reservados, y al principio nos costó un poco. Tuve que explicarles que era natural, aunque en la ciudad no lo hacíamos, y que era muy cómodo además. Al principio evitábamos encontrarnos incluso, para no vernos, pero nos fuimos acostumbrando, aunque algunas veces no podíamos evitar estar medio empalmados, y era un poco de compromiso. Al indígena le tuve que llamar la atención, porque lo pille empalmado delante de los chicos, que le miraban al rabo alucinando.
A los pocos días ya estábamos muy integrados, y ellos habían cogido confianza y nos miraban con todo el descaro del mundo, iniciando tímidos acercamientos. Mis hijos lo habían llevado bien, estaban siempre con nosotros, pero habían jugado con chicos de la aldea, siempre a mi vista, y parecían estar pasándoselo en grande.
Conseguimos comprender que los indígenas nos estaban pidiendo ayuda. Llegue a entender que habían muerto algunos, y que había bastantes que no aparentaban buena salud. Me llevaron a una tienda apartada, donde una pareja, una mujer y un hombre jóvenes, permanecían en la cama. Estaban muy enfermos, casi moribundos. Enseguida me di cuenta de lo que buscaban en nosotros, y la doctora y yo comenzamos a reconocerlos inmediatamente. Tras observar sus genitales no tuvimos duda: sífilis. Seguramente algún miembro de la expedición que les había descubierto había follado con alguna mujer de la tribu, y le había pegado sífilis, y parecía que había bastantes afectados. Inmediatamente distribuimos pequeñas dosis de penicilina de nuestro botiquín, que habíamos traído muy bien surtido. Acertamos al distribuir al dosis, ya que a la semana o diez días, la aldea había recuperado una alegría tremenda. Todos se encontraban mucho mejor, incluso los moribundos. La penicilina les había hecho un efecto fulminante, ya que nunca habían estado expuestos a ningún medicamento.
Su relación cambio radicalmente con nosotros, pasaron a considerarnos una especie de grandes magos. Esto distorsionaba un poco mi estudio, pero seguramente nos permitiría participar más activamente de su vida social
La sorpresa me la lleve cuando, al entrar un día en la aldea, me encontré a una pareja follando en la tienda comunal, a la vista de todos, chicos y mayores, que actuaban con total normalidad. Yo también lo intente, pero me era imposible de abstraerme. Estaban a la vista de unas cincuenta personas, y actuaban con una libertad total. El chico la estaba montando a cuatro patas, y la mujer, mucho más mayor que él, gemía sin cortarse en absoluto. Al momento la escena me comenzó a provocar una erección. Vi que otros hombres mostraban sus erecciones sin ningún pudor, permaneciendo sentados o andando sin darle mayor importancia.
Mi pene siguió irguiéndose, y provocando las miradas de la gente, ya que estoy operado de fimosis y ninguno de ellos lo estaba, así que veían mi rabo un poco raro. De repente vi que mis hijos estaban allí también, sentados con los demás de la aldea. Me habían visto llegar y me miraban boquiabiertos. Pablo se tapaba con las manos la erección que presentaba, pero el chico que estaba sentado entre ellos dos, de unos 13 años, estaba sentado mostrando su polla totalmente erecta sin ningún recato, incluso rascándose los huevos de vez en cuando. Me violento un poco ver aquel rabo dispuesto tan cerca de Marta, que miraba de reojo hacia todos los sitios para evitar verme.
Decidí comportarme normalmente y les salude al entrar. La pareja que follaba termino entre grandes gemidos. Ella permaneció un rato con las piernas hacia arriba. Es unas prácticas aconsejadas algunas veces para retener el semen dentro y favorecer su ovulación para quedarse preñada. La mujer era bastante mayor, así que no creo que ya pudiera tener hijos, no lo sabía en aquel momento.
Empecé a observar que los ritos sexuales tenían mucha importancia para aquella gente. No parecían tener ningún pudor en hacerlo abiertamente. Las relaciones homosexuales también eran frecuentes, y las parejas que se formaban eran de lo más dispares. Los cortejos eran cortos. Solamente había que mostrar la predisposición. Había visto a un abuelo de la tribu dándole a mamar el rabo a un crio, y porque el crio se le amorro, directamente, al pilón, y lo dejo seco, el cabronazo. A nosotros no nos tocaban, no lo habían hecho todavía, porque nos veían muy diferentes. Estaban tan agradecidos por haberlos curado que nos iban a considerar hermanos suyos, y tenían un rito para eso.
Los jóvenes pasaban las típicas ceremonias de iniciación en la pubertad. Para nosotros no había pruebas, éramos miembros de pleno derecho porque habíamos demostrado nuestra sabiduría al curarlos. Había imaginado que las pruebas de los chicos incluirían algún tipo de iniciación sexual, pero no podíamos negarnos a ello, además, como experimento sociológico era impresionante. El nativo que nos acompañaba y la doctora estaban también encantados, ante la posibilidad de poder follar.
El día fijado para la iniciación los chicos salieron a cazar una gacela, como prueba de madurez. Mi hijo iba con ellos. Se estaba convirtiendo en un autentico salvaje. Marta también. Me ponía enfermo verla despatarrada por todos sitios, enseñándole el coñito a todo el mundo, pero la niña lo veía ya tan normal. Alguna vez sorprendí a alguno mirándoselo directamente, y me daba pánico que nos perdieran el respeto y ocurriera algo.
Cuando volvieron los chicos con la gacela muerta empezó la fiesta. Todos estábamos reunidos, bebiendo un aguardiente que fabrican fermentando hierbas, bastante fuerte. La siguiente fase del rito nos dejo helados. Los chicos tenían prohibido tocarse y pajearse hasta ese momento, de hecho a mí me había llamado la atención que aunque mostraban erecciones, no se pajeaban ni follaban ni nada. Si que había visto como alguno se la mamaba a algún hombre adulto, pero nada más.
El jefe de la tribu dijo algo, y los chicos empezaron a pajearse allí, delante de todos. Pablo no parecía estar nada cortado, y se pajeaba orgulloso, porque era de los mayores y tenía un rabo bastante grande para su edad. En un momento me quede helado. Uno de los chicos mayores se inclino sobre la gacela y la follo. Así, directamente. Le metió el rabo en el conejo y le empezó a dar enculadas, delante de todos. Cuando se la saco se acerco al jefe, enseñándole el rabo, el jefe dijo algo y todos aclamaron. Vimos que el chico mostraba el rabo corrido, con semen, y que el jefe confirmaba que era un hombre, que había echado la primera lechada…
Inmediatamente ocupo su lugar otro chico, y luego otro, y otro, así hasta los seis jóvenes. Mi hijo resulto ser un buen follador. Se corrió enseguida, con fuertes enculadas, y saco la verga llena de semen. El ritual exigía que se le enseñara al jefe y al padre en la ceremonia, así que me vi mirando la polla de mi hijo, llena de semen de otros tíos y después de haberse tirado a la gacela, y todo esto con el rabo totalmente tieso.
Una de las chicas jóvenes que no participaba en la ceremonia, de unos 12 años, se me acerco y se amorro a mi rabo directamente, delante de todo el mundo. La gente me jaleaba, y yo alucinaba con lo que aquella niña me estaba haciendo. Era una de las mejores mamadas que me habían hecho. Cuando estaba a punto de correrme, presa del morbo, el jefe me indico que siguiera, y le largue una corrida sensacional en la garganta. La chica se lo trago todo, dejándome el rabo limpio totalmente. Mi corrida fue celebrada también por todos. Al parecer tenían la creencia que el semen contenía todas las esencias del ser. Sobre todo la sabiduría, y que si se lo daban a beber a los niños, estos serian más sabios. Era por este motivo por el que, prácticamente, ordeñaban a los más viejos, porque se les consideraba más sabios. En cuanto alguno la tenía dura, enseguida tenia a un crio comiéndosela. El jefe me indico que la chica que me la había comido era su hija, y que me iba a hacer el honor de corresponderle. Como Pablo ya había iniciado la ceremonia, no se le consideraba ya apto para beber semen. Marta si era considerada apta, y el jefe la llamo, mostrando una buena erección y un rabo bastante gordo, con el capullo muy desarrollado. Marta se acerco y le agarro el rabo, metiéndoselo en la boca con dureza. El jefe dio un respingo y le indico que fuera despacio, haciéndole gestos para que le pasara la lengua por el rabo y luego le comiera el capullo. Ver a mi hija virginal comiéndole el rabo a un abuelo me produjo una sensación extraña. Sabía además que tenía que tragarse el semen que le diera. Pero la empalmada no se me bajaba para nada…..
Los chicos ahora descansaban. Algunos se pajeaban, como para recuperar tanto tiempo sin hacerlo y habiendo descubierto algo que les gustaba mucho. Todavía no vi a ninguno follar, aunque si abundantes pajas, entre ellos Pablo, que se pajeaba de pie mirando al semen que se escurría por el conejo de la gacela.
El jefe se corrió empujando la cabeza de Marta. Ella no dejo escapar ni una gota, tragándoselo todo, y limpiando el rabo después con gran maestría. Cuando termino el jefe me hizo un gesto con la mano, indicando que lo había pasado bien, que era buena mamadora. Yo me quede pensativo. Hasta ahora podría haber mamado todo lo que hubiera querido, antes de la ceremonia, al igual que Pablo. No sabía si ya los dos lo habían hecho antes y habían probado el semen de toda aquella gente. No quería saberlo….
Ahora era el turno de las chicas. Correspondía al jefe desvirgarlas a todas, a las seis, incluida a su hija. Vi como se desarrollaba la escena. Se pusieran todas a cuatro patas, incluida marta, cuyas nalgas yo podía ver perfectamente, a unos metros, totalmente blancas en comparación con el resto. El jefe se acerco pajeandose y untando en el conejito de las chicas un liquido. En la parte del bosque que cerraba la plaza donde estábamos empezó a oírse un ruido como de movimiento. Todos dieron un respingo. Empecé a distinguir la figura de un hombre que se acercaba. Ya cerca de la hoguera vi que no era un hombre, sino una especie de gorila pequeño, como un mono grande pero más fuerte. Me estaba volviendo loco, igual aquellos salvajes hacían una ofrenda de mujeres a un gorila. No tenía indicios de ello, más bien al contrario, porque el ambiente se iba caldeando por momentos. Vi que la presencia del enorme mono no les causaba ningún temor, antes al contrario. No imaginaba lo que estaba a punto de ver.
Ofrecían a una de las vírgenes a la selva, representada por el mono. Era un animal que habían amaestrado de cría, pero que vivía en el bosque. Respondía a ciertos olores que le habían enseñado, por eso al oler el liquido que el jefe había puesto en los coñitos de las niñas, se le activaba el resorte de follar. Era lo que le habían enseñado.
Las chicas permanecían nerviosas mientras se acercaba. Vi como su verga ya le colgaba entre las piernas, todavía inerte. Fue directamente detrás de las niñas y las olio con dureza, acercando su nariz al conejo y pasando la lengua o el dedo en algunas ocasiones. Cuando llego a Marta se demoro un poco. Creo que al ser blanca la vio diferente y por eso le llamo la atención. Vi claramente como el mono le lamia el coñito y como le pasaba el dedo por la raja, para después olerlo. Cuando termino la ronda, después de oler a todas, enfilo justo a la chica al lado de mi hija. Su verga ya estaba totalmente empalmada, y era muy parecida a la de un tío, aunque de un tono muy rojizo y sin capullo. Parecía tener una gran dureza, pero no un gran tamaño. Ignoraba si una vez dentro no les ocurriría como a los perros, y se quedasen enganchados.
El mono dio un salto y se situó tras mi hija. Volvió a lamerle el conejo y a pasarle el dedo, pero ahora lo introducía levemente, para lamerlo y olerlo de forma inmediata. Vi como le metía la falange entera y como se lamia el dedo con gusto. Se estaba pajeando para terminar de empalmarse. Con gran maestría se agarro la polla y se la situó entre las nalgas. Marta gemía, mientras el mono empezaba a frotarse con ella. Expulsaba bastante lubricante, que le empapaba las nalgas y la entrepierna. El mono se agarro la polla y busco el agujero de Marta. Cuando lo encontró empujo de una clavada y empezó un frenético mete y saca. Marta se había quedado sin habla. Le habían entrado los escasos doce centímetros del macaco en un suspiro. El mono follaba sin piedad. La doctora me dijo que se corrían enseguida, en unos segundos, pero que eran capaces de repetir la follada muchas veces, y que no se quedaban enganchados. El mono desmonto de repente, sacando el rabo de golpe y arrastrando algunos rastros de semen detrás, dejando sucio de esperma todo el culo de mi hija.
El jefe me indico que eso significaba que tendría nietos fuertes y sanos, y me felicitaba. Tras la monta mi hija quedo empotrada contra el suelo, pero manteniendo el culo en la posición correcta para haber facilitado la clavada. Las demás chicas la sujetaron y la tendieron en el suelo, levantándole las piernas. No querían que el semen del mono se derramara, sino que fuera a parar lo más adentro posible de Marta.
El mono se limpio la verga y se fue hacia la selva. El resto de las vírgenes eran del jefe. Empezó la follada con una bastante gordita, de unos 10 años. Fue muy cuidadoso y le dilato bien el coñito, la polla del jefe entro con suavidad en aquella cueva virgen, ante toda la aldea. El jefe la enculo a cuatro patas unos instantes, mientras la gente volvía a darse fiesta. Había parejas gente follando y pajeandose por todos sitios. Yo tenía otra vez a un crio agarrado al rabo, mamándomelo.
Enseguida y se la saco y se la enfilo a otra. Vi que el hombre tenía que desvirgarlas, pero no tenía que correrse. La última fue su hija. La había elegido porque el semen del jefe, el hombre más sabio, era el más deseado, y él le iba a dar su regalo a su hija.
También fue cuidadoso con ella. También a cuatro patas, pero dejo que fuera ella quien le guiara el rabo y controlara la clavada. Cuando estuvo dentro dejo que la vagina se acostumbrara al nuevo tamaño, como con el resto de las chicas. Esta vez su mete y saca era mas rápido, no quería su hija sufriera mucho rato. Enculo más fuerte y gimió, derramándose dentro. Cuando la desmonto enseño orgulloso su rabo desinflado y cubierto de jugos, y el conejo dilatado de la niña, con gran fiesta por parte de todos.
Inmediatamente su hija se puso en la misma posición que la mía, para retener el semen. Llegaba el turno de los chicos. Todos estaban empalmados de nuevo, y sobándose ante lo que venía ahora. Las tías seguían a cuatro patas, salvo las que habían recibido semen, que estaban tumbadas hacia arriba y con las piernas en alto.
Al parecer, lo chicos elegían a la tía que más les gustara. El que escogió a Marta no me gusto nada. Era de los mayores, unos 22 años, y era un tío grande y fuerte. Tenía una de las pollas más grandes de los jóvenes. Vi que su idea era tirársela al estilo misionero, para no cambiar de postura. Otro chico se fue a la hija del jefe y le hizo lo mismo. Vi claramente como la polla entraba en mi hija, lubricada con el semen del mono, y como ella se acomodaba para tenerla dentro sin problemas. El chico gimió cuando sintió la humedad de ella envolviéndole el sexo. Empezó a fallársela muy fuerte, tanto que se le salió la polla algunas veces, hasta que comprendió como tenía que moverse. Marta tuvo su primer orgasmo en ese momento, y el chico se fue dentro de ella, uniendo su semen al del mono dentro de mi hija.
Pablo resulto un buen semental. Vi como se tiraba a una a cuatro patas. Era buena hembra, de unos 12 años, pero con un conejo bien formado y abultado. Vi como situaba su rabo en la entrada del coño y como apretaba el culo para clavársela a la chíca. Lo hizo despacio, sin parar de gemir del gusto que le daba. Llego un momento en el que su rabo de 16 cms pareció ser absorbido hacia adentro, y su pelvis empujada hacia la chica. Su respiración se acelero, diciendo lo bueno que era eso. Sus clavadas eran cortas, lo que hizo que no se saliera ni una sola vez. La primera follada de mi hijo fue un éxito completo. La chica se corrió y el fue una autentica taladradora, la dejo bien llena de semen. Según los tíos terminaban el polvo, se entendía que ya eran adultos, y podían hacer lo que quisieran. El tío con el rabo más grande del campamento, un chaval de 17 o 18 años que lucía un rabo de unos 25 cms se acerco a la doctora, con el aparato mirándole directamente. Ella ni abrió la boca. Se dio la vuelta y le ofreció la grupa. El tío se puso tras ella y comenzó a trabajárselo, para prepararlo. La muy cerda gritaba cuando el tío le metió tres dedos, y después cuatro, pero el tío los sacaba tan brillantes que no podía negar que estaba lubricando como una puta. El chico resulto ser muy bueno manejando su aparato, y le pego un polvo cojonudo, la clavada duro bastante, y la doctora debió correrse tres veces. La corrida del tío fue bestial, derribando a la doctora, que dio con las tetas y la cara en el suelo. Cuando el tío se salió, el coño de ella permaneció abierto un momento, por lo que había tenido dentro.
Vi como algunos chicos empezaban a ofrecer su culo. A mí me vino uno que tendría 8 años o así, y se me puso delante, también a cuatro patas, ofreciéndome un ojete y dejando ver su colita y sus huevos sin pelos colgando. Vi como mi hijo era requerido también por otro chico de unos 12 años. Tenía la polla pequeña, pero unos huevos enormes. Seguro que lo iba a dejar lleno de semen. El chico fue cuidadoso con él. Le trabajo un rato, mientras el rabo de Pablo se le veía entre las piernas totalmente endurecido de nuevo. Lo fue follando despacio, cosa que no evito que su cara hiciera muecas de dolor continuamente. Aguanto bien la follada, aunque perdió la erección, imagino que como consecuencia del dolor.
La fiesta termino muy tarde, y mis hijos ya no vinieron a dormir a nuestro campamento. Se quedaron en la aldea, y al día siguiente, cuando fui a buscarlos, los encontré durmiendo abrazados. Marta tenía el coño muy dilatado, con abundante esperma seco manchándolo por fuera y por el interior de las piernas. El pene de Pablo estaba como irritado, y su culo también aparecía con rastros de semen seco.
El día de la despedida llego y tuvimos que hacer las maletas para volver a la civilización. La despedida fue brutal, con una gran fiesta que siempre recordaremos. En el viaje pacte con la doctora y con el indígena que esto sería un secreto entre nosotros. Antes de salir el indígena que nos acompañaba nos dijo que iba a volver con la tribu, que no tenia familia y que solamente volvía para arreglar algunas cosas burocráticas, pero que se volvía con la tribu sin dudarlo.
Mi relación con mis hijos cambio radicalmente. Pasamos a ser una familia mucho más abierta. Seguimos durante mucho tiempo follando entre nosotros tres. No lo habíamos pensado, pero la noche que volvimos a casa, y estando yo ya en la cama, mi hija vino a mi cuarto desnuda. Actuó como hacían los de la tribu, dejándome claro que quería follar. Había adoptado su forma de actuar. Se sentó en la cama con las piernas abiertas y tocándose el conejo. Yo me destape, dormía desnudo, y deje mi rabo a su alcance. Lo agarro y empezó a mamármelo, dedicándome una de las mejores mamadas de las que he disfrutado, y se puso a cuatro patas delante mío, ofreciéndome su conejo. Yo le dije que había también otras formas de hacerlo, que también daban mucho gusto, ya que solamente habían follado a cuatro patas o en la postura del misionero. Le dije que se sentara encima de mí controlando ella la clavada. Así lo hizo, metiéndose mi carajo sin ninguna dificultad. Empezó a moverse arriba y abajo, disfrutando del gusto que le daba controlar ella la velocidad y la profundidad de la follada. Así estábamos cuando Pablo entro, ya que estábamos con la puerta abierta y gimiendo como cerdos, y se nos quedo mirando alucinado, no sabía que también se podía follar así. Se quito el calzoncillo que traía y se quedo de pie mirándonos. La escena me calentó tanto que me corrí enseguida, llenando el coño de mi hija por primera vez con mi leche. Marta se saco mi rabo y, aunque estaba muy caliente aun no se había corrido, se dispuso en la cama para recibir a Pablo.
El chico no perdió el tiempo, ya había aprendido que las tías recién folladas no necesitan preparación previa, y se la metió de una atacada. Venía observando que era bastante duro follando, que le gustaba dar buenas culadas. Me imagine su polla flotando entre mi semen dentro del coño de Marta y como su esperma se mezclaba con el mío. Ver a mis hijos follando me volvió a calentar muchísimo, así que participe en la escena a través de Pablo. Me situé detrás de él con el rabo ya empalmado, y empecé a trabajarle el ojete mientras se seguía tirando a Marta. Pablo gemía, y yo notaba como su ano recibía mis dedos dilatándose a su paso, aunque todavía era bastante estrecho. Le había visto follar más veces con aquel chico que lo desvirgo en la fiesta, así que seguramente su culo no hubiera recibido pollas como la mía, cosa que no ocurría con mi hija.
Situé mi rabo en su culo, y aprovechando su movimiento fui introduciéndole mi capullo dentro. Pablo gemía, pero su ano respondía bastante bien al ataque de mi verga. Cuando mis huevos pegaron con los suyos comprendí que la tenía toda dentro. Empecé a empujar un poco más, provocando que Pablo se apretara contra Marta, montando así un sándwich de lo más sugerente. Nuestras corridas vinieron al momento. Al descargar Pablo y note como su ano se apretaba y se aflojaba, y mi rabo respondió a eso con una gran corrida en lo más adentro de mi hijo. Marta casi gritaba del gusto. Creo que había tenido su primer orgasmo.
Los tres nos hemos convertido en unos amantes extraordinarios, y cuando podemos intercambiamos fluidos, los tres juntos o por separado. Alguna vez nos visita la doctora, que ya es muy mayor, pero sabe que en mi casa disfruta de un par de pollas sin problemas, siempre nos reclama su ración de semen, aunque prefiere tragarlo que recibirlo en el coño o en el culo.
Anónimo
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