Capítulo 1
Me llamo Raúl. Tengo 39 años, una esposa, Claudia(de 38), que es un primor, y dos hijas, Rosa, la mayor, y Julia, que se llevan cuatro años entre ellas. Siempre creí tenerlo todo en la vida, y no le pedía más, pero un suceso inesperado me abrió las puertas de un nuevo mundo, y fue Rosa la causante.
En aquel momento Rosa contaba 13 añitos y ya comenzaba a desarrollar un cuerpecito de mujer. Tenía unos preciosos ojos verdes esmeralda, un pelo castaño claro, largo en melena, un bonito lunar al lado de su nariz, y una expresión de infantil felicidad que daba gusto verla. Éste era el único rasgo que hacía igual a su hermana, ya que Julia era rubia de rizos y de ojos azules. En casa jamás hemos sido pudorosos, y si yo me paseaba en calzoncillos ó shorts, nadie se escandalizaba. El mismo caso se atribuía a las niñas ó a mi esposa si iban en ropas menores. En fin, que un buen día, allá por Junio, salí de la cocina rumbo a la sala de estar para ver algo la TV cuando escuché unas largas maldiciones y gritos que salían del cuarto de Rosa. Dando un portazo, ella salió de la habitación, y al verme se frenó un poco de su mal humor.
-Oh, Papá, disculpa….¿Has visto mi falda de cuadros, la plisada?.
-No, ¿por qué?.
-Por qué Patricia-su mejor amiga-, vendrá dentro de poco y quiero ponerme esa falda….¡¡y no la encuentro!!.
Se fue al cuarto de baño a buscar en el cestón de la ropa sucia, pero antes de desaparecer de mi vista, por un segundo, miré a las apretaditas braguitas de dibujo de fresa que mi hija llevaba. Me dio la impresión de que iban a reventarle. Y en ese momento, lo vi: un bultito en ellas, prominente, que indicaba su incipiente crecer sexual y su conchita en desarrollo. Ver ese bultito, sobresaliendo de sus braguitas, me dejó anonadado. Un brusco azoramiento recorrió mi cuerpo y antes de darme cuenta, estaba totalmente erecto bajo mis pantalones. No podía creerme que ese bultito pudiera provocarme semejante reacción. Me fui a mi despacho en vez de a la sala de estar para intentar bajar la hinchazón, pero al no poder, decidí llamar a mi esposa, y al llegar ella grité a las niñas que no se nos molestase en una hora. A media tarde, y pillándola por sorpresa, le pegué a mi señora un señor polvo que la hubiera hecho gritar, de no ser que pude evitar sus gritos con mis labios. Me sonrió y me dijo con picardía que le había encantado, que hacía años no teníamos esos escarceos, prácticamente desde nuestra época de novios. Estuvimos tonteando un buen rato, y finalmente pude quitarme de la cabeza esa imagen tan obscena de aquel bultito. No era normal que un padre tuviera esos pensamientos sobre su propia hija.
Creyéndome a salvo de tentaciones, proseguí mi vida sin problemas, pero a los pocos días, rosa volvió a salir en braguitas de su cuarto, preguntando a su madre por cierta prenda que no estaba segura de tener. Yo me encontraba leyendo el periódico en la sala de estar y no presté mucha atención a la charla, hasta que de refilón escuché a Teresa decir «en la sala de estar, junto a la TV». Escuché unos pasos y Rosa se presentó ante mí como la otra vez, solo con sus braguitas de dibujos de fresa.
-Perdona Papá, es que ayer dejé aquí por accidente este top.
-No pasa nada-dije, sin levantar la vista del periódico-.
-Mmmmm…¿tan interesante es lo que lees?.
Movida por la curiosidad, se acercó y echó una ojeada, mirando por encima de él. Sin darse cuenta, quedó enfrente de mí y de nuevo, ese bultito asomó desafiante por sus braguitas. Mientras ella miraba las noticias yo la miraba y un instinto animal se despertó en mi interior. Aquel bultito me estaba desafiando a que me lo comiera con glotonería, a que lo excitara y lo hiciera mío. Luego miré su cuerpo y me quedé embobado: su cintura estrecha, sus caderas, sus nalgas firmes y tersas, sus piernas, y la línea perfecta que dibujada su espalda me maravillaron por completo. En cuanto Rosa se fue me quedé clavado en el asiento, y como la otra vez, en un estado de excitación que no me producía ni mi mujer. Hasta pasada una hora no pude bajar la erección que tenía. La situación se hizo insoportable, y además, parecía que ella me provocaba, ya que a partir de entonces la veía a menudo solo con esas braguitas por la casa, siempre buscando una prenda que ó bien había olvidado donde estaba ó bien había perdido. Finalmente, llegué a mi límite, y me dije que, sin importar quien cayese, ese bultito sería mío. Pasaron tranquilamente dos semanas, tal vez más, hasta tener la ocasión adecuada. Teresa trabajaba a tiempo parcial en una empresa, y más de una vez tenía que irse por la noche. Así que, una calurosa noche, tras despedirme de ella, fingí acostarme y esperé oír la puerta cerrarse. Sabía que Julia dormía como un tronco, de modo que no me esperé visitas. Furtivamente entré en el cuarto de mi hija.
Allí estaba, preciosa entre las blancas sábanas, con su carita de ángel perdida entre sueños preciosos, a juzgar por la sonrisa que esbozaba. Debía ir con mucho cuidado con la maniobra que tenía pensada. Cogí las esquinas de la colcha y las sábanas y poco a poco, con cuidado, comencé a tirar de ellas. Estuve un buen rato con ello hasta que finalmente quedó desnuda sobre la cama. Y, de nuevo, ese bultito, esa maravillosa vulva en desarrollo que me volvía loco. Lentamente me acerqué y olí su fragancia. Embriagador, afrodisíaco, excitante, dulzón…pura lujuria. El cuerpo de mi hija exudaba un olor de sexualidad natural que me atraía poderosamente. Desplacé mi mano sobre sus braguitas y comencé a tocarla, pasando los dedos de arriba abajo, recorriendo sus braguitas a lo largo. Me empalmé con rapidez, mientras por fin tenía entre los dedos ese bultito extraordinario, maravilloso, sensual. Podía sentir como se endurecía. Rosa no tardó en comenzar a gemir y removerse en la cama, presa de la excitación que yo le daba. Movido por el morbo, desplacé un poco sus braguitas y pude ver, en todo su esplendor, su virginal cuca, con sus primeros vellos, un poco húmeda de mis caricias. Que belleza de niña, como me encantaba. Sus pechos, aplastados contra su cuerpecito de diosa, eran bellísimos, coronados por unos pezones rosaditos, duros del placer que tenía. Me quedé embelesado mirándolos. Su cara se contraía de placer y sus gemidos me decían que casi iba a gozar. Por temor a provocar que se despertase y armar un escándalo, me fui a la cama dejándola así. De momento me conformé, pero luego, ya iría a más.
Aquello se convirtió en un vicio. Cada vez que podía entraba a escondidas en su cuarto y la tocaba un poco, deleitándome con sus gemidos y jadeos. Estaba preso de un deseo todopoderoso de hacerle el amor a mi hija, pero, ¿cómo hacerlo?, ¿cómo podía hacerlo sin que mi mujer se enterase, o que mi hija consintiera?. Aterrado por la idea de ser descubierto, no podía ir a más como deseaba, y un sentimiento de tristeza y frustración se apoderó de mí. Por lo menos podía deleitarme con la visión de su cara de placer y su cuerpo tembloroso cuando iba a su habitación a acariciarla y amarla, pero no veía salida a mi mal. Sin embargo, lejos de imaginarlo, pasó algo que lo cambió todo. Fue una noche, como tantas otras, en que Teresa se había ido, pero Rosa estaba despierta. Ella siempre ha tenido un miedo irracional a las tormentas, y coincidió que una muy fuerte estalló esa noche. Asustada vino a mi cuarto.
-¿Puedo dormir contigo Papá?.
-Sí claro. Ven conmigo.
Se metió muerta de miedo. Cuando sonó un trueno se abrazó a mí y le aferré fuerte para consolarla. Entonces sentí un arrepentimiento de todas las veces que entré para tocarla, cuando de repente dijo:
-¿Te gustó tocarme por las noches Papi?.
Me quedé helado. Mi hija lo sabía. ¡¡Lo sabía todo!!.
-¿Desde cuando lo sabes-pregunté-?.
-Desde hace pocos días. Al principio creí que serían sueños nocturnos, pero siempre despertaba con la colcha y la sabana en el suelo y comencé a sospechar.
-Lo siento mucho, cariño. Yo…es que…no sé que decir-espeté, avergonzado-…
-No hace falta…si a mí me gusta…
Su respuesta me dejó atónito. Aquello sí que no me lo esperaba. Además lo dijo con una alegría tan infantil, sin malicia, que me dejó perplejo.
-¿Qué te gusta-pregunté incrédulo-?.
-Sí…me hace sentir tan bien…Sabes tocarme y me encanta…vuelve a hacerlo Papá…tócame como lo hacías antes…Además, llevo tus braguitas preferidas…
Me las enseñó, y efectivamente, eran las famosas braguitas de dibujos de fresa. Su cuerpo junto al mío, desnudo, precioso, azoró mi alma. No iba a dejar la pasar la ocasión. Por fin, tras semanas de escarceos, podía darle todo lo que quería. Descorrí la sábana para quedar libres de pudores y sin más metí mano entre sus piernas por encima de sus braguitas y apresé entre mis dedos ese bultito objeto de mi deseo. Con mi dedo corazón lo recorría de arriba abajo, notando como su clítoris se endurecía. Rosa cerró los ojos y se dejaba tocar. ¡¡Ni en mis más locos sueños hubiera imaginado esto!!. Yo, tocando a mi hija, y ella dejándose hacer. Su carita se relajaba, gemía dulcemente y sus labios entreabiertos se me antojaba probarlos. Acerqué mi cara a la suya y, con la mano que me quedaba libre en su mejilla, nos dimos el primer beso. Húmedo, tierno, cálido, sensual…una amalgama de sentimientos cruzaron nuestros cuerpos. Su lengua jugaba con la mía, su cuerpo pedía a gritos que lo amasen, y allí estaba yo para hacerlo. La atraje hacia mí y continué con el masaje en su conchita preciosa. Sus jadeos ya eran grandes y la sentí derretirse en mis manos. Mi preciosa niña estaba rendida al amor de su padre y la iba a hacer sentir en el cielo. Ya no pude reprimir las ganas y dejé de tocarla y besarla.
-¿Es que ya no me quieres Papi?.
-Claro que sí, pero quiero hacer algo que siempre he querido y hasta ahora no podía. Te va a encantar.
-¿Seguro?.
-Seguro-contesté con firmeza-.
Hice a mi niña abrir bien las piernas. Me puse a la altura de sus braguitas, las desplacé a un lado y comencé a pasar mi lengua por su conchita preciosa. A la primera lametada ella quedó impresionada. Su sabor no me decepcionó: dulzón como caramelo, ó quizá almizcle. Comencé a saborear el coñito de Rosa con fluidez y devoción, y ella, mimosa, disfrutaba de mi lengua mientras ponía sus manos en mi cabeza para decirme que siguiera mientras su pequeño cuerpo se retorcía de placer.
-Aaaayyyy…sí Papi…sigue….uuummmm que rico, que rico…….vamos Papá…que bien…ay que gustito tengo…que gustitooooooooooooooo…
Cada palabra me alentaba a continuar. No tardó en comenzar a humedecerse como vainilla, chorreando abundantemente sobre mi cara. Me bebí todos sus jugos como un poseso, enloquecido con el sabor del coñito de mi pequeña. Ni de niño, con los tarros de chocolate, era tan goloso. Mis manos, cansadas de sentir la tersura de las piernas de Rosa, subieron hasta sus tiernos pechos y los amasé, acogiendo sus pezones entre mis dedos. Luego los moví a todos lados y di pequeños tirones que provocaron pequeños gemidos que renovaban mis esfuerzos. Mi lengua buscaba penetrarla un poco, sin forzar su virginidad, para gozar más de ella.
-AAAAAAH AAAAAAAAHHH…PAPA QUE RICO…QUE BUENO ES PAPUCHI…ME GUSTA…ME ENCANTA…SIGUE PAPUCHI SIGUEEE….
-¿Ves como ibas a disfrutarlo-pregunté con malicia-?.
-SÍ PAPI…DAME MÁS…DAME GUSTITO…
-Mmmmmm…que bien sabes…me encanta…voy a gozar bebiéndome tus jugos…eres preciosa Rosita…te adoro…
-PAPÁ…¡¡PAPÁ!!…SIENTO QUE ME ORINO…AAAAH AAAHHH…
-Orínate…no te preocupes…me lo beberé todo…esto es gloria…
-SÍIII PAPÁAAAAAAAA…VOY A GOZAR…VOY A GOZAR…AAAAH AAAAH…OOOOOOHHH OOOHHH….¡¡¡¡¡¡OOOOOOOOOHHHHHHHHH!!!…
Con un sonoro gritó, Rosa tuvo su primer orgasmo. Su cuerpo se relajó por completo en la cama, sin fuerzas, y su carita era la viva expresión del goce. Mi cara quedó anegada por sus jugos, que me bebí cuanto pude. Luego probé sus pezones, que resultaron ser néctar de dioses, y después me estuve besando con ella largo rato, abrazados tiernamente, intercambiando miradas de amor. Sus preciosos ojos verdes parecían devorarme. De nuevo miré el bultito y vi como sus braguitas tenían un enorme borrón de humedad que me hizo reír de satisfacción. En ese instante me sentí en el cielo, con mi amantísima niña en mis brazos.
-Papá te quiero-me dijo, casi adormecida-…eres el mejor Papi del mundo…
-Yo también te quiero mi niña…
-Quiero devolverte el favor. Seguro que te gustará.
Me hizo sentarme a los pies de la cama y ella se puso de rodillas enfrente de mí. De repente comprendí lo que iba a hacer.
-¿Segura que quieres hacerlo?.
-Sí, segura. Además, sé que lo disfrutarás de mí tanto como yo de ti.
Con sus manitas tocó mi miembro y comenzó a darle besitos. Aaaaahhh que maravilla. Cuanta devoción en ella, con que mimo trataba mi pene. Me pajeaba ligeramente mientras me lo besaba por todas partes. Me recliné un poco hacia atrás, sin echarme en la cama, y dejé que ella tomara el control. Sus ojitos tiernos me miraban extasiada, viendo como sus labios y sus manos me hacían disfrutar. Aparté un poco su pelo para que no la molestara y prosiguió con sus caricias en mi manubrio. Lancé un gemido de dolor entre dientes, debido a la erección tan fuerte que tenía por sus caricias. En una maniobra que me pilló por sorpresa, comenzó a pasar la lengua por mi verga como una profesional. Cuando la pasaba por el glande notaba que yo gemía más y comenzó a darle más lametadas en él. Tuve deseos de apresarla entre mis piernas, pero debía contenerme y dejar que ella hiciera lo que quisiese. Sus besos se hicieron más fuertes y sus manitas ya me estaban haciendo una señora paja que me provocaba roncos jadeos y perversas fantasías. Vi a la niña con el pene en su boca y me sentí como el peor padre sobre la faz de la tierra, pero aún así no podía dejar de gozarlo.
-Aaaaah aaaaaaahh…vas a hacer que me corra cariño…no puedo más…
-Vamos Papito…yo también me beberé tus jugos…córrete…córrete sin miedo…
-¿De verdad…quieres tragártelo?…aaaaaahhh…
-Si tú disfrutaste con mis jugos, yo lo haré con los tuyos.
De nuevo mostró a esa niña que aún latía en ella, con esa inocencia que me excitaba. Ayudado por sus palabras, me dejé llevar, Rosa aceleró y abriendo su boca esperó que yo gozara. Con un ronco gemido, comencé a eyacular y con mucho esfuerzo abrí los ojos y la vi tragándose toda mi leche. Un poco le quedó en la comisura de los labios, pero el resto se lo tragó como una glotona.
-Mmmmmmmm…saladito-comentó-…pero muy rico Papi…¿podré beberme más leche tuya?.
-Claro que sí. Cuando tú quieras.
Se limpió la boquita de la leche que tenía en sus labios y nos fuimos a dormir como dos amantes enamorados. Nunca pensé que mi hija me haría tan feliz. El olor de su cuerpo, tan pegado al mío, me llevó a un mundo de pasión y deseo que a mis años, jamás había conocido, y perdido entre mis fantasías me dormí plácidamente.
A la mañana siguiente llegó Teresa y nos pilló en la cama. Se fue hacia mí y me despertó dándome toques de hombro. Al verla salí de la cama y fui con ella a la cocina. Me mostré natural, sin miedos, ya que si no, ella podría descubrirnos.
-No me digas más….¿la tormenta?.
-Sí-contesté-. Se metió en la cama muerta de miedo.
-Ay que chiquilla-dijo riendo-. Me encantaría que no crecieran más.
Me reí y la abracé, dándole el beso de bienvenida y preguntando que qué tal le había ido. El resto del día fue de lo más normal y nadie supo de mi aventura con mi hija. Ni siquiera Julia, de quien temía que nos pudiera pillar cuando Teresa se iba, llegó a enterarse. A partir de entonces, si bien cumplía mis deberes maritales para no llamar la atención, cada vez que podía, iba al cuarto de mi hija para que ella se bebiera mi leche y para beberme sus deliciosos jugos. No recuerdo cuanto tiempo duró aquello, pero sí sé que fue una buena temporada, hasta que sentí que ya era el momento de dar el último paso. Nos fuimos a su cuarto en vez de al mío, y se lo dije con mi cabeza entre sus piernas, preparándola para su desvirgación.
-Rosita…voy a hacerte el amor…
-¿De veras, Papá?.
-Sí. Ya estás preparada y bien mojadita, y yo también estoy a punto.
-¿Dolerá-preguntó con dulzura-?.
-Solo un poco tesoro, solo un poco…
Me puse encima de ella y apunté mi verga a su conchita. Rosa abrió sus ojos de par en par y luego me miró a mí.
-¿Me vas a meter toda esa cosa dentro?.
-Sí cielito. Ya verás como te gustará, pero deberás aguantar, ¿de acuerdo?.
-Sí Papito rico-contestó alegremente-…
-Intenta resistir, ¿de acuerdo?.
-¿A Mamá esto le gusta-preguntó-?.
-A Mamá le encanta-respondí sarcástico-….
Hice los primeros intentos, pero a pesar de lo mojada que estaba costó un poco conseguir que entrase. Los tejidos de su vulva comenzaron a enrojecer al paso de mi tranca y noté su himen, intacto, que aún la hacía niña, pero por poco tiempo.
-Ahora notarás un dolor fuerte pero cesará pronto. Si quieres gritar bésame ¿ok?.
Ella asintió con la cabeza, con cierto miedo en su cara. De un golpe, rompí su himen y la penetré. Me besó enloquecida y forcejeó por librarse de mí, pero no la dejé. Me quedé quieto dejando que su conchita se amoldase a mi miembro y a los pocos minutos se relajó. Noté como un hilillo de sangre brotaba de ella y manchaba las sábanas. Por lo menos, si alguien veía eso, podríamos decir que era sangre menstrual.
-Aaaaaaayyyy Papiiiiiiiii…me duele…me has partido en dos…me duele muchooooooooo…sácalo por favor, sácalo yaaaaaaaaaaa…porfiiiiiiii…
-Tranquila cariño, mi amor, mi vida-dije besándola por toda su carita-…solo ha sido ahora…ya no te dolerá más…
-¿De verdad?, ¿no me mientes?.
-No tesoro, claro que no.
-Vale…si lo dices te creo Papito lindo…
Comencé a moverme dentro de ella, a hacerle el amor, y ella cruzó sus brazos por mi nuca y ponía mi carita entre sus pechos. No tardó en pasar del dolor al placer y sus gemidos me decían que ya estaba disfrutándolo como nunca. Era el cenit del goce. Nunca había encontrado una vulva tan apretada. Cada centímetro, cada milímetro de mi tranca era estrujada y retorcida por su maravillosa estrechez. Yo disfrutaba sintiendo su opresión alrededor de mi tranca y de la calidez que emanaba de ella. Seguí haciéndola el amor y levantándola, la hice sentarse sobre mi regazo, con sus finas piernas alrededor de mi cintura y sus brazos en mi nuca. Sentí que tocaba el fondo de su conchita preciosa y no pude reprimir las ansias de poner mi mano y sentir como su coñito se tragaba toda mi polla. Que delicia de hija, que pasión.
-Aaaahh…te quiero Papá….te amooooooooo…que rica verga…Uuuuuummm-se relamió-…ámame Papuchi…hazme sentir más rico…más, máaaaaaaaaaaaaas…
-Te quiero Rosita. Eres una niña preciosa y bellísima. Te amo.
-Dame más…aaaaaaaaaahhh aaaaaaaahh aaaaaaahhh aaaaaaaaaaaahhh…
-Oooooooohhh que bien me estrujas mi verga…que caliente eres princesa…
-Papá…voy a correrme…voy a correrme…aaaaaaaaah aahhh aaaaaaahhh…
-Espera un poco…estoy casi a punto…espera…uuuuuuummm…uuuuumm uuummm…aaaaaah aaaah aaaaaahh aaahhhh….
Seguí bombeando dentro de ella un poco más hasta sentir que ya estaba a punto. Rosa pudo aguantar sus ganas y así pudimos gozar al unísono, tal como yo deseaba.
-Ya…ahora cariño…córrete conmigo…goza conmigo tesoro…
-Síiiiiiiiiii…me corro Papi me corro……..aaahhh aaaaaaaahh aaaaaaaahh AAAAAAAAAAAHH AAAAAAAAAAARRR RRRRRRRRRRRGHHHHHH…
-TE QUIERO HIJA…TE QUIERO MUCHO…TE QUIEROOOOOOOOOO AAAAAAAAAAAAARRRRRRRRGGGHH…
Rosa gozó con estertor de jovencita violada. En un paroxismo sin precedentes eyaculé e inundé la cuca de mi hija, mientras que mi polla fue bañada por sus jugos, que salían a chorros. Nunca imaginé que me duraría tanto la sensación de un orgasmo como al gozar con ella. La atraía hacía mí, la besaba, la amaba, acariciaba sus pezones y los mordisqueaba con mis dientes. Quedamos inmóviles un poco, hasta que nos echamos en la cama, agotados, bañados en sudor.
-Papá…ha sido precioso…te amo-y me besó profundamente-…
-Yo también…pero será nuestro secreto, ¿verdad?…
-Sí Papá, nuestro secreto.
Me sonrió y le dije que se durmiera, a pesar del hilillo de sangre. Le dije que por la mañana le dijera a su madre que había sangre en sus sábanas y que fuera por su primera regla, lo cual, a la postre, fue creído sin problema alguno. Mientras cambiaban las sábanas, yo las miraba en el pasillo y Rosa me guiñó un ojo con picardía mientras veía sus nalgas, a las que poco después daba algunos cachetes y caricias para encularla.
Capítulo 2
Mi hija Rosa, con el paso del tiempo, se había convertido en una mujercita adorable de generosas curvas y rostro encantador. Sus ojos verde esmeralda eran intensos y fascinantes, su melena ondulante la hacía más bella, y sus pechos habían crecido de manera apetecible. Mientras mi hijita querida estaba dando el estirón, yo disfrutaba de todos los placeres con ella cada vez que podía. Hacíamos el amor como auténticos enamorados durante toda la noche, aunque ella me pedía probar nuevas posturas, nuevas formas de amarnos…No fue hasta que pasaron ocho meses que acordamos en desvirgar su ano, una de tantas noches que su madre se fue a trabajar. Primero lo limpiamos a conciencia para que no hubiera problemas de higiene, y después probé algo llamado beso negro, que consiste en besar y lamer el ano para dilatarla y ponerla cachonda, lo cual, pese a lo raro que era al principio, la excitó muchísimo.
-Mmmmmmmm mmmmmmm mmmmmm…me gusta mucho Papiiiiiii…me arde el culito…sigue lamiéndolo…
-¿De verdad te gusta eso mi cielo?, ¿te gusta que te lo lama?…
-Sí Papá, me gustaaaaaaaaaaaaaaaa…me siento derretir en tus manos…te quierooooooooooooo…
-Yo también te quiero mi niña…
Estuve centrándome en su ano durante mucho tiempo, sensibilizándole la zona más secreta de su cuerpo, besándolo y lamiéndolo para agrandarlo. Rosa tuvo un fuerte orgasmo mientras se lo lamía, y con su vocecilla ilusionada me dijo «Ay Papi que rico…si me he corrido solo con la lengua quiero que la metas para gozar más». Aquello hizo que mi polla se empinase enseguida, y mi hija, que vio lo erecto que estaba, me pidió que dejara de lamerla para poder dedicarle a mi polla los mimos que tan loco me ponían. Solo ella sabía excitarme tanto. Primero estuvo jugando con ella en sus manos, deleitándose de notar lo dura que estaba y saber que era ella la causante de tanta excitación. De segundo, como no, llegaron sus besos. Breves, cálidos, tiernos, de la punta a los huevos y vuelta a empezar. Me besaba el miembro como una verdadera devota de él. Sus manos cálidas lo masajeaban, su lengua dulce lo acariciaba y humedecía. Rosa sonreía al saber que eso me arrancaba unos roncos gemidos de placer. Tras los besos, llegó el momento en que se la metía en la boca y me hacía una mamada de impresión que me dejaba sin aliento, mamada que ahora sabía iba a ayudar a que desvirgase su ano. Me dejó bien ensalivado, y finalmente me miró con ojos brillantes.
-Es la hora Papá. Vamos, desvírgame mi culito. Es todo para ti…
Se puso de rodillas sobre la cama, con sus manos bien agarradas a la cabecera, y yo me coloqué detrás de ella, poniendo mi verga entre sus tersas nalgas. Mi glande intentó entrar y aunque necesité empujar un poco, la preparatoria había dado resultado y no hubo muchos problemas. En pocos segundos había conseguido metérsela entera.
-¡PAPIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!…¡¡AAAAAAAAAAAAAAAYYY!!…
-¿Te duele mucho, cariño?, ¿te la saco-pregunté nervioso-?.
-No Papi, no la saques…me duele pero no la saqueeeeeesss…
-Como quieras mi amor…haré lo que tú quieras…
Me curvé detrás de ella, y con mi brazo la rodeé, besándonos un rato, acariciándonos mientras su ano se amoldaba a mi polla ensartada en él. Me excitó muchísimo la escena: los dos desnudos, padre e hija, arrodillados en la cama, y ella con mi tranca en su culito. Era una situación que me calentaba no solo por el morbo que tenía(que era bastante) si no por la idea de que Julia se despertase y nos viera.
-Ahora Papaíto…hazme el amor por detrás…ya no me duele…
-Sí tesoro, vamos allá…
Puse un brazo rodeando su pecho y la otra mano se apoderó de su clítoris para matar dos pájaros de un tiro: sujetarla y apretarla contra mí. Comencé a moverme con cierta lentitud para disfrutar esos primeros instantes, regocijándome de lo bien que se la metía a mi hija querida. No podía creer que en algo tan pequeño y estrecho entrase algo tan grande.
-Mmmmmmmmmm…me gusta mucho…no te detengas Papá…me gusta como me lo haces…aayy que rico que siento…
-Te quiero mi niñaaaaaaaaaa…uuuuuuuuufff es tremendo…me encanta darte por el culo…siento como tus nalgas me la estrujan…aaaaaaaahh aaaaahh aaaaahh…¿te gusta amor?…¿te gusta que te la clave por ahí?…
-Sí Papá, me gusta…me gusta mucho…está delicioso mi amor…está divino…mmmm mmmmmm mmmmm…
-Mueve las caderas tesoro…muévete conmigo, gocemos juntos…
Rosa aprendió con torpeza, pero por suerte para ella siempre fui buen maestro y a los pocos minutos ya nos estábamos moviendo a la vez, acompasando nuestros movimientos, disfrutando de una pasión exacerbada como nunca. No podía contener la infinita pasión que mi hija sacaba de mí, no podía detener mis acometidas, cada vez más rápidas y frenéticas, hasta tal punto que pensé que iba a romperse en mis brazos.
-Aaaaaaahh aaaaahh aaaahh aaaaaahh aaaaaahh aaaaahh…estoy gozando Papi estoy gozándolo…dame más…aaaaaaaaaaaaaaayyyy que ricooooooooooooo…dame tu lechita Papáaaaaaaaaaaaa…
-Ay amor que no puedo máaaaaaaaaaaaaass…que culito tan delicioso…eres divina mi amooooooooooooor…aaah aaah aaah…aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah me corrooooooooooooooooo AAAAAAAAAAAAAAAAAAHH…
Tres, cuatro, cinco chorros de mi semen salieron como balas hasta llenarle su culito. Aquella primera vez fue sensacional. Nunca gozamos tanto como entonces, y eso que hubo repetición para consolidar que su ano ya estaba dispuesto a recibir verga a cualquier hora del día.
Tras aquella experiencia, nuestras pasiones fueron más lejos y cada vez que hacíamos el amor teníamos largas charlas sobre los chicos a los que ella conocería, las experiencias que tendría con ellos, si sería sensato incluir a alguien más a nuestras noches locas…pero sobretodo hablábamos de Julia, de la posibilidad de iniciarla a ella también. Tranquilamente pasaron casi tres años entre pito y valdemoro, y Rosa se había convertido en una adolescente de aspecto angelical de casi 16 años cuya figura bastaba para provocar las miradas de los chicos que pasaban a su lado. Sus curvas se acentuaron proporcionándole una generosa forma de mujer que para mí era todo un orgullo de padre. Fue cercano su 16 cumpleaños que se afianzó el iniciar a Julia. Yo estaba sentado en mi sillón favorito, y Rosa sentada sobre mi regazo, con mi polla ensartada en su culito, mientras la dejaba a ella tomar el control de la situación, y de mí.
-Mmmmmmm mmmm mmmmm mmmmm…hoy estás muy duro Papá…la tienes muy firme…
-Es que me excitas con ese culito tan respingón…
-Papito lindo…¿verdad que harías cualquier cosa por mí?, ¿verdad que lo harías?…
-Claro…claro que sí…uuuuuuuufff…¿qué quieres mi amor?…
-Pronto es mi cumpleaños…y quiero ya mi regalo…
-¿Yaaaaaaa?…ooooooooh mmmmmmmmm…sigue moviéndote linda…¿qué es lo que quieres?…
-Quiero que desvirgues a Julia papaíto…quiero que la inicies…¿lo harás?…dime, ¿lo harás Papá?…
-Oooooohh oooohh ooooohh ooooooooooooh…síiiiiiiiii…sí cariño…lo haré, lo haré por ti…la desvirgaré, la follaré, la penetraré…le haré de todo…
-Aaaaaaaaaaaahh…ven Papá…sóbame las tetas, y encúlame más…
La hice echarse sobre mi pecho de espaldas a mí, puse sus manos en sus redondas y firmes tetas y jugué a retorcer sus pezones, a empitonarlos, a acariciarlos entre mis dedos traviesos. Rosa echó las piernas por los brazos del sofá abriéndose de par de par y se puso en la posición idónea para que yo la penetrase mejor. Me sentí como un niño con zapatos nuevos, enculándola tan espléndidamente que me hubiera encantado que alguien nos sacara una foto. Los polvos con ella eran magistrales, y acabamos gozando como dos amantes que éramos entre besos y caricias.
Al día siguiente, y con la idea de tantear el terreno, me acerqué al cuarto de Julia para ver si ella sabía algo sobre la materia. Como su madre había ido al supermercado, tenía unos minutos libres para comprobar lo que mi niña pequeña sabía de sexo.
-Hola Julia, ¿puedo pasar?.
-Hola Papá, sí, pasa…¿Quieres algo?.
-Sí mi amor. Verás, esto es un poco embarazoso, así que te pido que quede entre tú y yo, ¿de acuerdo?.
-Claro Papá. ¿De que se trata?.
-Pues de ti. Verás, tu hermana pronto cumplirá los 16, ya es una jovencita, y tú pronto empezarás a crecer también…
-Sí, y estoy deseando crecer Papá…quiero ser como Rosita y conocer a un chico con el que me sienta la más feliz del mundo…
Aquellas palabras merecieron un fuerte abrazo al que no la negué. Ella me sonrió y me dio un beso en una mejilla, y luego en la otra.
-Estoy seguro de que algún día encontrarás a ese chico cariño, pero me preguntaba si tú sabes lo que los chicos y las chicas hacen a esas edades…
-¿Quererse, no?.
-Jajajajaajajajajajajaja…sí, quererse…pero también hacen algo más…
-¿Te refieres a…?…aaaaaaaaaaahh…sí Papá, he leído algo de ello en clase de naturales…
-¿De verdad-pregunté sorprendido-?.
Se pasó unos minutos contándome lo que había leído y la verdad es que estaba algo puesta en la materia. Cuando quise hablar más, Teresa llegó de sus compras y acordé con ella que no le diría nada a su madre y que otro día seguiríamos hablando y que si quería yo se lo enseñaría todo. Ella asintió con mirada ilusionada y me fui a mi despacho, algo turbado por las cosas que había oído. Sentado en mi amplio sillón decidí que Julia correría la misma suerte que su hermana, y que lo antes posible teníamos que quedar solos para vivir ese momento. ¿Pero como?.
Rosa y yo estuvimos fraguando diversos planes, pero ninguno de ellos parecía salvar el mayor inconveniente a la hora de poseer a mi hija pequeña: su madre. Bien por un motivo o por otro, Teresa me impedía quedarme a solas con ella, lo cual era un problema bastante grande. Nuestra frustración era tan grande que nos la desquitábamos a base de 69s y algún que otro polvo, pero en la mente de ambos premiaba el deseo de ver a Julia convertida en mi nueva amante. Poco sabíamos que el destino nos sacaría del atolladero por pura casualidad.
Como dueño que soy de un club náutico en el muelle deportivo de la ciudad, tenía la suerte de conocer a gente de todo tipo y condición social. Uno de ellos era Darío, un magnate de los negocios podrido de dinero hasta el tuétano, que de vez en cuando se pillaba alguna que otra cogorza. Fue una de esas noches, estando yo presente por motivos de negocios, que él también estaba y se había pillado un buen ciego. Como los camareros no sabían tratar muy bien con él, decidí ocuparme personalmente y le llevé a una zona privada a fin de que no armase más escándalos.
-Eres un buen amigo-me dijo con su aliento apestando a alcohol-…¿sabes?…¡tú!, eres mi amigo…
-Sí Darío, lo que tú quieras, pero ahora quédate aquí y descansa…
-Tú eres mi amigo…¿verdad que eres mi amigo?…
-Que síiiiiiiiii-repuse algo molesto-…soy tu amigo…
-¿Quieres saber un secreto?…es…mi mayor secreto…sssssssssshh-hizo mueca de guardar silencio mirando a todos lados-…no lo cuentes ¿vale?.
-Vaaaaaaleeeeeeeeeeeeeee-contesté ya mosca perdido-.
-Amigo mío…me follo a mi hija…como lo oyes-repuso en tono airado-…la me follo todas las noches…y su madre ni se entera…
¿La pequeña Jenny haciendo incesto con su padre?.
-Y que sepas, que es una guarra…es una golfa-dijo en tono grandilocuente-…como su madre…le hago de todo…de todo-recalcó airado y más ebrio de lo normal en él-…
Si bien quedé alucinado de que Jennifer, una chica a la personalmente conocía, casi de la edad de Rosa y que era todo un encanto, se lo montase con su padre, lo cierto es que se me presentó la ocasión perfecta, y en lugar de marchar de allí como tenía previsto, me quedé escuchando todo lo que Darío me contaba, e incluso lo animé a que siguiera hablando, tomando buena nota de todo lo que decía. Aunque me costó imaginarlo al principio, luego volví a casa con la mente llena de imágenes lascivas de Jennifer y Darío montando como conejos. Lo primero que hice nada más llegar fue hablar con Rosa y contarle lo ocurrido. Quedó tan sorprendida como yo, y asintió a la idea que yo le propuse para quedar a solas con Julia. Ya solo era cuestión de tiempo.
Esperé varios días hasta volver a coincidir con Darío. Al verlo, éste me saludó como si nada hubiera pasado, con lo que, tal y como pensé, la resaca de la borrachera había provocado que olvidara todo lo que me contó.
-¡Rafael, amigo mío!. Oye, no lo recuerdo muy bien, pero sé que hace poco me emborraché y perdí la cabeza. Quiero disculparme ¿vale?. Prometo que intentaré no beber tanto. Lo siento.
-Estás perdonado hombre, no te preocupes. ¿De verdad que no te acuerdas de la borrachera?.
-Tengo recuerdos vagos, imprecisos…¿dije alguna barbaridad?.
Le llevé a mi despacho en el club para hablar a solas, con lo cual él ya sospechaba que algo sí había contado. Una vez le empecé a contar todo lo que él me había dicho antes, se le cayó el alma al suelo. Le dije que no se preocupase, que no iría a la policía pero que a cambio me ayudase en cierto proyecto que tenía pensado, con lo que él se enteró de que yo también me acostaba con mi hija mayor y de mis intenciones de hacerlo con la pequeña. Darío aceptó, previo acuerdo de un futuro proyecto mutuo que él propuso y que me pareció muy interesante.
Mi mujer siempre ha sido una entusiasta de los barcos, y cada vez que tenía un momento libre aprovechaba para ir por el club para ver los yates de los socios y soñar con viajar por alta mar. Cuando llegué a casa diciendo que Darío la invitaba a ella y a Rosa para hacer un pequeño crucero de una noche, faltó poco para que diese saltos por las paredes.
-¡¡Te quiero esposo!!, ¡¡eres una joya!!. ¿¡De verdad me voy de crucero!?.
-Sí amor mío, tú y nuestra hija mayor. Julia se queda porqué me parece pequeña para ir en yate y quizá pueda marearse. Yo me quedaré con ella, así que vete tranquila, ¿vale?.
-¡¡Claro que vale!!. ¿¿Cuándo nos vamos??.
-Tú pon el día y él lo preparará todo. Además, creo que hay un convite el próximo fin de semana, podrías aprovecharlo, ¿no crees?.
Teresa llamó a Rosa para decirle lo del viaje, y tras saberlo, mi niña me guiñó un ojo con malicia. Por fin teníamos la ocasión perfecta. Los días pasaron eternos hasta que el Sábado llegó y cercano el atardecer Julia y yo fuimos al puerto a despedirlas.
-Pasadlo bien las dos, ¿vale?. Y ya nos contaréis-les dije-…
-Divertíos vosotros también-me contestó Teresa-. Hasta luego…
El yate levó anclas y lentamente salió del puerto rumbo a alta mar, convirtiéndose en un pequeño punto en el horizonte en poco tiempo. Julia y yo volvimos a casa y al cerrar la puerta, mi corazón dio un vuelco. ¡¡Ya era mía!!.
-Oye cariño, ¿te gustaría que tú y yo pasáramos la noche juntos?.
-¿Juntos, Papá?.
-Sí amor, juntos, y yo te contaría todo lo que sé sobre sexo, así, cuando crezcas, sabrás que hacer.
Julia aceptó de buen grado, con lo que acordamos juntarnos en la salita en ropa interior. Mi pequeña apareció solo con unas minúsculas braguitas y yo en shorts, abultando un poco mi verga para que ella no pudiese dejar de mirarla. Al mirarla, me embelesé. A media luz, mi hija era una muchachita preciosa que prometía superar a su hermana en belleza y voluptuosidad. Sus ojos azules, su rubio cabello en tirabuzones y su expresión misteriosa me atraían de forma irresistible, pero lo que más me sedujo fue ver que, a sus 12 añitos, mi niña ya tenía un bultito asomando por sus braguitas, que al igual que ocurrió con Rosa, me relamí con solo mirarlo. Nos sentamos juntos en el sofá y le sugerí de ponerle una película porno(de las pocas que tengo) para que aprendiera. Julia aceptó. Sus ojitos brillaron al ver a una mujer de rodillas mamando la tranca de un hombre, y luego como ésta se ponía en perrito para que él la penetrase.
-¿Te gusta lo que ves?.
-Sí Papá…me gusta mucho…aaaayy siento mucho calor Papi…me siento muy acalorada…
-Es normal cariño, ocurre cuando te excitas, no pasa nada…
Con todo el descaro del mundo abracé a mi niña, la atraje hacia mí y con la mano libre la puse sobre su panochita oculta por aquella pequeña prenda, frotándola con mucha suavidad. Julia posó su cabeza en mi hombro con sus ojillos semi cerrados.
-Mmmmm mmmmmmmm mmmm mmmmmmmm…¿por qué esto se siente tan dulce?…dime Papá, ¿por qué se siente así?…
-¿Te sientes bien?.
-Síiiiiiiiiiiiiiiii…me siento muy caliente…me arde mi cuerpo Papá, y me duelen mis pechitos…
-Eso ocurre cuando tu cuerpo responde a las caricias, entra en calor y es un calor muy agradable…Mira mi amor, mira lo que tengo debajo de mis shorts…
Sus manitas me los bajaron un poco y asomó mi polla, en erección total. Tocar el bultito de Julia y ver como se endurecía me había excitado tanto o más que con Rosita. Mi niña abrió los ojos de par en par viendo aquella barra caliente y sin que le dijera nada la tocó y rodeó con sus manos.
-Que dura está…¿la tienes así por mí Papi?…
-Sí amor, por qué te quiero mucho…venga, sigue tocándola…
La paja que me había empezado a hacer era demencial. Con lentitud, sin prisa pero sin pausa, Julia me masajeaba mi verga con mucho mimo, bajando y subiendo, bajando y subiendo. Aaaaaaaaahh dios mío, que sensaciones. La líbido ya estaba por las nubes. Pillándome por sorpresa, ¡me la lamió!. Su lengua estaba probando el sabor de mi pene como si éste fuese un caramelo que ella desease probar, y mi mano no dejaba de tocarla en ese bultito tan apetecible. Pronto se humedeció, mojando sus braguitas, lo que me provocó el deseo de montarla a horcajadas, pero debía esperar un poco más.
-Papi lo siento, creo que me he hecho pis en el sofá…
-Jajajajajajajajajajajaja…no cariño, no es pis, si no unos jugos que cuando estás excitada tu cuerpo exuda y que son muy ricos…a los hombres nos encanta que las niñas se mojen…
-¿De verdad son muy ricos?…¿tú de quien los probaste?.
-De Mamá, claro. Los de ella son deliciosos. ¿Quieres que pruebe los tuyos?.
-Sí Papá, prueba mis jugos-me dijo muy ilusionada-.
La hice recostarse en el sofá y sin quitarle las braguitas seguí acariciándola. Después las aparté y vi una conchita bellísima, mojadita, de aspecto divino, con unos labios finos y bien dibujados, sin un solo pelo. Puse mi cabeza entre sus piernas y guié mi lengua hasta tocarla.
-AAAAAAAAAAAAAAHHH…aaaaaaaaaah aaaaaahh aaaaahh aaaaaaaahh aaaaaaaaaaahh aaaaaaahh aaaaaaaaahh…Papi, Papiiiiiiiiiiiiiiiiiii…lámeme más Papi lindo…por favor Papi no pares…
-No mi amor, no pararé…sabes mejor que tu madre…
Ella me sonrió, con sus mejillas sonrosadas, con sus ojos vidriosos del placer que le estaba dando. Me sentí en el cielo viendo lo mucho que ella disfrutaba. Mi lengua probó a penetrarla un poco, y tan excitada estaba que lo logré. Sus jugos eran abundantes, riquísimos, y en ese momento no sabía si lo eran tanto o más que los de su hermana. Mi verga palpitaba que era una barbaridad, estaba deseando que entrase, pero me preocupada lastimarla, por lo que paré mis lametones y le indiqué que ella podía hacerme lo mismo.
-¿Quieres que te la chupe Papá?.
-Sí cariño, ven…ven a chuparla…será como chupar un polo de fresa…
Me incorporé sobre el sofá y Julia se puso de rodillas. Estaba muy salida. Podía verlo en sus ojos entornados y sus mejillas al rojo vivo. Cogió con su mano derecha mi pene y con la izquierda me acariciaba el cuerpo. Lamió mi glande un buen rato al notar lo mucho que yo disfrutaba tras el primer lametón, hasta que por fin, abrió su boquita todo lo que pudo, su cabeza bajo, y mi miembro aaaaaaaaaaaahh desapareció. Su cabeza subía y bajaba metiendo y sacando mi tranca de su boca. Al verla chupármela tuve de nuevo aquella sensación, como hacía tres años, de ser el peor padre de toda la Tierra, pero al igual que entonces, me era imposible dejar de gozarlo a cada instante, sintiendo que solo yo podía hacerle aquellas cosas con tanto amor y cariño.
-Aaaaaaaahh aaaaaaaaaahh aaaaaaaaaahh aaaaaaaaahh aaaaaaaaaahh…que bien la chupas cariño…eres sensacional…te quiero Julita…te quiero muchooooooo…
-Mmmmmm mmmmmm mmmmmm mmmmmmm…yo también te quiero Papaíto-dijo sacándosela y mirándome, mientras me masturbaba-…¿lo hago bien?, ¿estás disfrutando?.
-Sí tesoro, disfruto mucho…no pares, no nos enfriemos…
-Es imposible, yo estoy muy caliente Papá…estoy muy excitada…
La película porno, que no habíamos quitado, mostró a una mujer que estaba teniendo penetrada brutalmente por su ano. Los gritos hicieron que Julia, sin sacarse mi miembro de su boca, mirase la película y luego a mí.
-¿»Esto», se puede meter ahí?…
-Sí cariño, pero no es muy fácil y a ti te costaría mucho…más adelante si quieres, podemos intentarlo…pero por ahora no, ¿vale?.
Ella asintió y se volvió a tragar mi verga, chupando hasta hartarse. Estaba preparada y yo también, por lo que la pregunté si quería hacerlo en la cama y me dijo que no, que le gustaba el sofá. El ambiente, muy erótico, se cargaba cada vez más, y yo ya no pude contener mis ansias, así que terminamos de desnudarnos, eché a Julia en el sofá y me puse encima de ella. Nuestro primer beso fue tan intenso como libertino. Lujuria en estado puro. Los siguientes ya fueron con lengua, chocando entre ellas como un duelo a espadas, enseñando a mi pequeña lo que era besar en toda su variedad. La frescura de su boca y la calidez de su lengua con la mía bastaron para sumirnos en nuestro mundo de placeres, a cada cual mejor.
-Agárrate fuerte mi amor…voy a penetrarte, ¿vale?.
-Sí Papuchi…hazme el amor…quiero sentirte así…vamos Papaíto métemela, te quieroooooooooo…
Me quedé extasiado al ver lo mucho que lo deseaba. La cabeza de mi pene chocó con su conchita mojada, apreté, apreté más…Sus labios vaginales se enrojecieron con rapidez al iniciar la penetración, se hincharon y dilataron mientras mi verga decía «paso que voy» hasta que alcancé, en un estremecimiento sobrecogedor, a penetrarla del todo. Julia protestó contra aquel invasor, se retorció entre el sofá y yo queriendo apartarme de su lado y sacarse aquella cosa, pero le pegué un fuerte beso en los labios para acallar sus gritos y agarré con fuerza sus muñecas para dejarla indefensa.
-¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!…ESTO ESTÁ MAL PAPIIIIIIIII…ME DUELEEEEEEEEEEEEE…NO, NO QUIERO ASÍ…DUELE MUCHO…ME VAS A PARTIIIIIIIIIIIIIIRR…AAAAAAAAAAAAYYY…
Lloró y sollozó mucho debido al dolor, pero enjuagué sus lágrimas con toda mi ternura, llenando su cara de besos, de caricias. Besé su frente lisa y suave, su naricilla delicada, sus párpados, sus mejillas enrojecidas, acaricié su pelo, su carita, fui aplacando su dolor con mi cariño hasta que dejó de llorar y también de gemir.
-Lo siento mi amor, se me olvidó decirte que la primera vez duele mucho-y le dio un beso para calmarla-…lo siento-le besé otra vez-…lo siento-otro beso-…lo siento-y otro-…ya pasó, ¿eh?-y otro más-…no llores tesoro, que ya pasó-y más besos-…
Correspondió a mis besos con uno enorme suyo, sonriéndome luego.
-Vale Papuchi, te perdono si me juras que ya no dolerá-dijo en tono infantil-.
-Te lo juro mi amor. A partir de ahora disfrutarás. Abrázame cariño.
Al abrazarme, pasé mis manos por su espalda y las puse en sus hombros. Me rodeó con sus piernas y empecé a hacerle el amor a mi pequeña. Su vulva estaba más cerrada aún que su hermana, me apretaba con tanta fuerza que cada penetración era una experiencia única. Su calor me abrasaba como si estuviese en mitad de un pavoroso incendio. La calidez de mi niña me llevó a un mundo de sensaciones ya conocido, renovándolo con su energía y dándole frescura a un ambiente algo viciado.
-Aaaaaaahh aaaaaaaahh aaaaaaaahh aaaaaaaahh aaaaaaaahh aaaaaaaahh aaaaaahh aaaaaahh…Papá te quiero, te quiero…móntame más…aaaaaaaaahh como me gusta…no pares Papi, no te detengas por nada…aaaaaaaahh aaaahh…
-Te amo Julita…te amo…eres maravillosa mi amor…eres muy caliente…me excitas…me pones a mil…oooooooooooohh que dulce eres…me vuelves loco…ooooooohh oooooooohh oooooohh oooooooohh…
Nuestra excitación era como un alud de nieve que estaba a punto de arrollarnos montaña abajo. Mis embestidas hacían vibrar todo su cuerpecito tierno y cálido, y de su boca salían gemidos incoherentes. Volvimos a besarnos con rapidez, moviendo las lenguas y las cabezas en un estadio de euforia que hacía muchísimo tiempo no tenía, y yo que pensaba que la primera vez con Rosa era majestuosa. ¡¡Y UNA MIERDA!!. Julia era puro fuego volcánico, y aprendía con una rapidez increíble. En una sola noche estaba haciendo lo que tardé meses con su hermana, y como gozaba. Su carita retorcida de placer era un derroche de sensualidad y locura que daba gusto verla. No podía parar de penetrarla, de hacerle el amor, de desvirgarla como solo yo podía hacerlo.
-Aaaaaaaahh aaaaaaaaaahh aaaaaaaaaahh aaaaaaaaahh…Aaayy Papuchi que siento que voy a explotar…aaaaaaahh aaaaaaaaahh…sigue Papi sigue…aaaahh aaaaahh aaaaahh…voy a estallar…a estallaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaar…
-Pues estalla mi amor…estalla conmigo…ya viene corazón mío…ya vieneeeeeeeeeeeee…ooooooohh ooooooooooh oooooooohhh ooooooooohh…
-Estallo Papá estalloooooooooooooooo…te quierooooooo…aaaaaaahh aaaaaaaaahh AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH AAAAAAAAAAAAAAHH PAPIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII…
-¡¡OOOOOOOOOOOOOOHH!! ¡¡OOOOOOOOOOOOOOHH!! ¡¡OOOOOOOOOOOOOOHH!!…¡¡JULIAAAAAAAAAAAAAAAAA!!..
Mi semen largo tiempo retenido salió escopeteado y la regó por dentro. Sus manos iban imparables por mi cuerpo, acariciándome, sintiéndome…Seguí moviéndome alargando el colosal orgasmo que habíamos tenido, eyaculando un poco más dentro de ella, besándola, acariciándola, abrazándola, queriéndola…fue el mejor orgasmo en tres años. Permanecimos echados uno junto al otro un buen rato, íntimamente unidos, sudando y jadeando. Julia no podía parar de besarme.
-Gracias Papá…te quiero…te quiero mucho…que rico siento con tu pollita aún en mi concha…
-¿Quieres que la deje ahí un rato?.
-Sí papi lindo. Quiero sentir más rico, mucho más.
Su alegría, al haber descubierto un mundo nuevo y excitante, me desbordó y atravesó de parte a parte. La película, que estaba cerca de acabar, mostraba ahora a una mujer que estaba teniendo una doble penetración, algo que a mí me fascina y excita de un modo terrible, por lo que tardé menos de lo previsto en volver a empalmarme dentro de la pucha de mi niña.
-Aaaaaaaaaahh…ya estás duro otra vez Papi…me gustó sentir como se te subía de nuevo…¿podremos hacerlo siempre que quiera?.
-Claro que sí-contesté extasiado-. Cuando tú me digas…
Cogiendo a Julia, la di la vuelta para ponerla encima mío, diciéndole que se penetrase ella sola, que me montase. Puso sus manos en mis hombros y torciendo su cara un poco, obedeció mis órdenes, meneando sus caderas, cabalgándome, tomando el control de la situación. Podía ver desde mi posición como mi pene entraba y salía, apareciendo y desapareciendo de la vulva de Julia como por arte de magia. Puse mis manos en sus nalgas, las separé un poco y la ayudé a que me follase. Aprendía tan rápido que me dejó boquiabierto de lo espabilada que era. Me pidió a mitad de faena que quería sentarse sobre mí, así que me las apañé como pude para sentarme, sin salirme de ella, para así tenerla sentada sobre mis rodillas, pero no tomé el control si no que ella siguió siendo la dueña de ese momento, subiendo y bajando, mirándonos a los ojos mientras ella se penetraba. Era un reto muy excitante, y casi no parpadeábamos. Besé su cuello, sus pechitos, sus pezones y sus tiernos labios, luego seguimos mirándonos, poniéndonos tan calientes que en nuestra imaginación vimos como si fuésemos a quemar el mundo entero en las llamas de nuestra pasión.
-AAAAAAAHH AAAAAAAAAHH AAAAAAAHH AAAAAAAHH…¿Lo hago bien Papi?…¿es así como lo quieres?…¿me muevo bien?…
-Claro que sí mi vida…lo haces muy bien…vamos tesoro, ya tengo ganas de correrme otra veeeeeeez…quiero regarte de nuevooooo…oooooohh oooohh oooohh…
-Uuuuuummmmmmmmm…yo quiero probar tu lechita…la quiero…quiero beberla…como tú bebiste mis jugos…la quiero Papi…dámela…dámelaaaaaaa aaaaaaaah aaaaaaaaahh aaaaaaaaahh aaaaaaaaaaahh aaaaaaaaahahhh…
-Vale amor…valeeeeeeeeeeeeeee…toma mi lecheeeeeeeeeeee…síiiii tómala AAAAAAAAAHH AAAAAAAAAAHH AAAAAAAAAAAHH…
En cuanto sentí sobrevenir el orgasmo saqué a mi hija de mi regazo y la puse en el suelo para que pudiera beberse mi semen. Julia se puso a pocos centímetros de mi glande e incapaz de contenerme me corrí en su boca, abierta de par en par para recibir mi savia. Pajeándome un poco quise mantener la eyaculación el mayor tiempo posible, mientras la veía tragar una y otra vez. Cuando por fin paré ella comenzó a tragarlo con deleite gimiendo y poniendo unas caras que me dejaron anonadado.
-MMMMMMMMMMMMMM-se relamió con expresión de verdadero gozo-…Que rica sabe…me gusta más que la malteada…
Hasta que me quedé fláccido de nuevo ella me lo estuvo besando, dejándolo como los chorros del oro. Después nos vestimos y la llevé a su camita en mis brazos, dándonos un último beso después de meterla entre las sábanas, que luego descorrió.
-Bésame los pezones Papi…
Besé sus pequeñas cerezas varias veces, a veces tirando de ellas como si las estuviese succionando, lo que la hizo gemir de placer. Tras enseñarle mi pene otra vez a petición suya y dejar que me lo tocara un poco, besé su frente y la arropé.
-Papi…
-Dime linda…
-¿Se lo contaremos a Mamá?.
-No amor, será nuestro secreto ¿de acuerdo?. Si quieres se lo diremos a Rosa, pero no a Mamá, ¿vale?.
-Vale Papá, te quiero…
-Yo también te quiero. Ahora te dejaré dormir. Buenas noches Julia.
-Buenas noches Papá.
Me levanté a apagar la luz y la dejé dormir plácidamente. Yo me fui a la salita y aún podía notar el olor a sexo en el aire. La película había acabado hacía rato, así que la rebobiné y luego la metí con las demás para no levantar sospechar. Limpié el sofá de los jugos que tenía(curiosamente, no sangró, no sé por qué) y me fui a la cama, masturbándome al rememorar mi encuentro con Julia hasta quedarme dormido.
A la mañana siguiente, cuando desperté, tenía a Teresa a mi lado, mirándome con intensidad. Sus ojos irradiaban una exultante felicidad.
-¿Va todo bien-pregunté-?, ¿ocurre algo?.
-Todo va perfecto. Gracias mi amor, gracias por lo de ayer.
-¿Te lo pasaste bien verdad?.
-Me lo pasé mejor que bien. Fue fantástico.
Nos levantamos de la cama y pasamos la mañana en la cocina, ella contando lo estupendo del viaje y yo escuchando atentamente. Tiempo después Rosa vino medio dormida conmigo y me dio un fuerte abrazo diciéndome lo feliz que había sido en aquel crucero. Cuando mi mujer me preguntó por lo que habíamos hecho nosotros, contesté que estuvimos viendo una película y que ella se había quedado dormida. Teresa sonrió con expresión aniñada, y Rosa me guiñó un ojo al decirme que en el barco le había pasado algo que luego me contaría.
Desde aquella noche tuve por amantes a mis dos bellas hijas, las cuales se desvivían por su padre como yo por ellas. No fue hasta dos semanas después que Julia supo que su hermana también había sido iniciada por mí. En lugar de enfadarse, quedó encantada al saberlo, diciéndome que le gustaría pasar una noche los tres juntos. Cuando pudimos estar los tres juntos fue una delicia en do mayor, despiertos toda la noche y haciendo el amor sin parar. Memorable. Aquello hizo mi vida muchísimo más plena, con mis hijas dispuestas a dejarse hacer de todo por mí, y el cumpleaños de Rosa fue maravilloso pues lo celebramos en el yate de Darío, en el mar. Mi regalo de cumpleaños, por cierto, fue doble: un colgante en forma de corazón con su nombre y mi consentimiento para que empezase a tener novios, que la hizo dar saltos de alegría y darme un par de besos en la mejilla que me tuvieron sonriendo el día entero.
De aquello han pasado cuatro años. Ahora Julia tiene 16 años y se ha convertido en una adolescente soberbia, mucho más bella de lo que Rosa lo fue a su edad. El bultito de sus braguitas ha seguido volviéndome loco cada vez que la veía en braguitas por casa, provocándome unas erecciones tremendas que aplacaba haciéndole el amor de todas las formas que se nos ocurrían, y es que Julia ha salido muchísimo más lista que su hermana en sexo. Soy muy feliz. Espero que les haya gustado leer como la inicié en los placeres de la carne.
Anónimo
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