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martes, 11 de enero de 2022

Lucrecia


Capitulo 1

¡Hola, amigos y amigas!

Soy un ferviente partidario de la excitación que proporciona leer relatos eróticos, sobre todo los que involucran a cuerpos y mentes impúberes. Sin embargo, me molesta que casi todo se escriba sobre cartabones aparentemente pre-establecidos, por lo que los relatos de mis experiencias serán eso, mis relatos, sin ajustarme a lo que se supone son estereotipos, pero que incluyen desde descripciones maravillosas de cuerpos perfectos hasta los pasos a seguir en toda relación: a) seducir o ser seducido, b) besos tiernos que forzosamente se convierten en ardientes, c) caricias cunnilingus-felatio que llevan inmediatamente al "69", d) primera penetración que de dolorosa, rápidamente se convierte en deliciosa y provoca el primer orgasmo, e) penetración anal subsiguiente inmediatamente, f) sensación, en ambos casos del golpeteo y la temperatura de la eyaculación, g) lamida del semen que siempre es delicioso, sin pensar en lo riesgoso de lamer un pene que se acaba de introducir en el ano, h) expresiones de niñas que parecen haber recibido un curso de prostitución previo, etc.

Si mis amables lectores (si es que los hay) concuerdan conmigo, les agradeceré sus comentarios.

Mi primer relato es sobre mi hija


LUCRECIA

Lucrecia pronto cumplirá 13 años, pero todo esto se inició cuando ella tenía 8.

Ese día, la colonia en la que vivíamos se quedó sin agua, después de haberse bañado mi esposa. Yo no tenía horario para llegar a la oficina y mi hija iba a la escuela en horario vespertino; además, era común que nos bañáramos juntos, de manera que decidí irnos mi hija y yo a un sauna público, que solíamos frecuentar por gusto.

Todo iba normal; como siempre yo enjabonaba a mi hija y nos gustaba mucho alternar lo caliente del sauna con una ducha helada; después de un duchazo de esos se le ocurrió a mi hija decirme: "ahora te enjabono yo". Accedí y me dijo, después de haber extendido una toalla en ella: "acuestate en la plancha", me puso otra toalla doblada, como almohada, como había visto hacerlo en otras ocasiones, y yo me tendí boca abajo; con un cuenco humedeció mi cuerpo y empezó a enjabonarme espalda, glúteos y piernas, después de lo cual, tras enjuagarme con el cuenco, me dijo: "ahora voltéate"; así lo hice y ella procedió a enjabonarme la parte frontal; al llegar a mi abdómen, le dije: "al pene (siempre hemos mencionado las cosas por su nombre) sáltatelo. "¿Por qué? -me dice- tu siempre lavas mi conchita" Acepté su lógica y accedí. Pero ella no se limitó a lavarlo externamente sino, que dada la posición que por primera vez tenía, se le hizo muy fácil tomarlo con una mano y con la otra enjabonar mis testículos. Con esos movimientos, me fue deslizando la piel hacia abajo, dejando poco a poco al descubierto el glande.....sentí que me sacudía un escalofrío y sin remediarlo, empecé a tener una erección.

Al principio, ella no se dio cuenta, pero al sentir la creciente dureza y aumento de tamaño, se volvió curiosa a verlo. "¿Qué pasa?", me preguntó. Yo, avergonzado, le contesté: "No, nada, ya déjalo", pero mientras tanto ella deslizaba la piel más abajo y me dijo: "no, mejor lo enjabono también aquí, puede estar sucio por estar cubierto", y uniendo acción a la palabra, comenzó a enjabonarlo de arriba a abajo. Involuntariamente, la erección se aceleró y pronto estaba en su máximo grosor y extensión, con el glande cada vez más rojo. No me atrevía detenerla, en parte porque no quería que pensara que estaba mal lo que estaba haciendo, y en parte porque me gustaba. Le dije: "ya, cielo, mejor héchame agua para desenjabonarme". Así lo hizo, pero al ver el pene y el pubis al descubierto, ya sin jabón, me dijo, sorprendida: "¡oye, qué grandote se te puso! ¡y muy duro!" No supe que contestarle y solo alcance a pedirle que se apresurara, porque se nos hacía tarde.

Cuando íbamos llegando a casa le dije: "amor, no menciones esto a mami, porque me dará vergüenza que se entere lo que viste" Me preguntó: "¿porque, es malo?" Le contesté: "pues no es para que lo vean niñas y eso puede enojar a mami" "Esta bien, ni diré nada, pues", me contestó.

Pasó el tiempo y en una ocasión nos metimos a bañar mi esposa mi hija y yo, pero mi esposa tenía prisa y nos dijo: "me baño rapidito y ustedes pueden hacerlo con más calma", así que se salió y nos quedamos Lucrecia y yo bañándonos. Como siempre, la enjaboné, le lavé el pelo y la metí a la ducha. Al terminar me dijo: "ahora me toca a mí" No cruzó por mi mente ninguna idea, hasta que sentí que sus enjabonadas parecían concentrarse en mi zona púbica; me volví a verla y le pregunté: "qué haces? Me contestó: "Papi, ¿me dejas que te enjabone más para que se pare?" Asombrado, le contesté: "¿qué?" Me dijo: "sí, me gustó mucho verlo así": "pero ya te dije que eso no es para que lo vean las niñas", le respondí. "Pues yo ya lo vi y me gustó", me dijo. "Y no diré nada a mami", agregó

Un escalofrío recorrió mi cuerpo: me estaba excitando, así que accedí. Lucrecia me enjabonó desde los testículos hasta toda la longitud del pene, que para estos momentos ya había crecido considerablemente. En eso me dice: "¿Sabes qué? mejor lo enjuago para poder verlo bien" Y dicho y hecho, me empujo a la ducha para que el agua quitara el jabón, y empezó a examinarlo de cerca. "Oye, pá -me dijo- y ese hoyito ¿para que es?" "Por allí orinamos, amor", respondí. "Ah! es muy diferente a nosotras las niñas, ¿verdad?" "¿Y porque el pellejito a veces cubre y a veces descubre la cabecita?" "Pues para que no se roce" Para esto, subía y bajaba, cubría y descubría.

No quise continuar. Le ordené que termináramos y salimos del baño

On ocasiones posteriores, cuando había una oportunidad, Lucrecia se complacía "enjabonándome", hasta que una vez casi me hace venir y la aparté apresuradamente. "¿Qué pasa?" me preguntó. "¿Te lastimé?" "No, amor, al contrario, pero son cosas que no puedo explicarte" "¿Por qué, papi?" Tu siempre me cuentas todo" Le dije: "Mira, es que los hombres tenemos muchas sensaciones allí" "¿Nada más los hombres?" me dijo. Eso me decidió.

"No, cielo, también las mujeres, aunque somos diferentes; ¿Quieres qué te diga cómo?" "Si, papi, ¡plis!" Entonces tomé el jabón y le empecé a enjabonar su conchita, pero esta vez haciendo énfasis en penetrar un poco con un dedo y resbalarlo hasta su clítoris. Conforme se fue adaptando a la nueva situación, su faz cambió para empezar a expresar su creciente y novedoso deleite, mientras mi pene crecía. Volteó a verlo y yo le dije: "Lo que tu estás sintiendo, lo siento yo cuando me lo mueves de arriba abajo, y por eso crece"

"Me gusta verlo cuando crece", me dijo "y también tocarlo: se pone duro y calientito"

"Bueno, ya nos enjuagamos y hay que salirnos" indiqué, pues estaba a punto de eyacular.

Volteó a verme con cara de súplica: "¡No, Papi, sigamos un ratito más! ¿si? Estoy sintiendo cosquillitas muy ricas"

Para enfriarme un poco, se me ocurrió: "Mira, mejor nos secamos y vamos a la cama, para estar más cómodos"

"¡Sí, qué buena idea! "

Nos secamos y la cargué en brazos para llevarla a la cama. Mi pene se había relajado un poco, pero aún seguía enhiesto, de manera que con él le sentía las nalguitas a Lucrecia.

La acosté y yo me puse a su lado, con mi cuerpo inclinado sobre un costado, a mi izquierda. Le empecé a acariciar sus pezones infantiles, luego su barriguita hasta llegar a su conchita. Le pasé la llema de los dedos por sobre su púber despoblado e inicié la exploración de sus apretados labios vaginales. Ella inmediatamente abrió un poco las piernas y dió un pequeño respingo cuando introduje ligeramente un dedo. Volteó a ver mi pene y lo tomó con su mano derecha, descubriendo el glande poco a poco. Para este punto, ya se empezaron a sentir incipientes humedades en su vaginita, y con ellas aproveché para lubricar mi dedo y empezar a sobar circularmente alrededor de su diminuto clitoris; exhaló un entrecortado suspiro y cerró los ojos, para concentrarse en esa novedosa experiencia, pero su manita no dejaba de subir y bajar la piel de mi excitado pene. Durante varios minutos estuvimos así, calladamente dando y recibiendo sensaciones deliciosas.

De repente, su respiración se empezó a hacer más agitada y los labios de su boca se empezaron a hinchar; volteé a verle su vulvita, y también se veían esos labios congestionándose. Levantó sus caderitas, como para sentir con más fuerza mi dedo y por fin explotó en convulsivos movimientos, volteando su carita de un lado para otro, con una expresión entre gozosa y dolorosa y emitiendo grititos entrecortados. ¡Mi niña estaba teniendo su primer orgasmo, a pesar de contar escasos 9 años!

Ante tal visión no pude aguantarme más y mi pene explotó en sus manos, cayendo la mayor parte en mis piernas. Lucrecia, al cabo de unos segundos, se relajó totalmente, su carita reflejando una sonrisa de satisfacción, con sus ojos entreabiertos. Reposó así unos minutos, al cabo de los cuales volteó a verme y me preguntó: "¿Qué fue eso, Papi? Qué fue eso tan rico que sentí?" "Eso se llama orgasmo, amor-le contesté-y es lo más hermoso que los hombres y las mujeres podemos sentir con nuestro cuerpo" En eso, se dio cuenta de que del dorso de su mano escurría el líquido que poco a poco perdía viscosidad. Volteó a verme con con mirada inquisidora, por lo que le dije: "Eso se llama semen, cariño, y sale porque yo también tuve un orgasmo, por el placer que me diste con tus caricias y por verte a ti, sintiendo eso que dices que fue muy rico"

"¡Huy, si, Papi! ¡Nunca había sentido algo tan delicioso!"

"Pero no debemos de repetirlo" le advertí.

"¿Por qué, Papi, si es algo tan bonito?"

"Pues por varias razones-le dije- En primer lugar porque es algo que no debe hacerse con alguien de la familia; en segundo, porque una niña de tu edad no debe hacer esas cosas, se reserva hasta tener más edad, la suficiente como para poder entender lo que se hace; y en tercer lugar, porque la gente ve esto como un abuso de un hombre a una niña.

"¡Pero Papi-me dijo vehementemente-¿Por qué si se es de la familia no se debe hacer, si yo quiero que tu me lo hagas? Y si yo siento bonito es porque tengo edad suficiente; además, tu no abusas de mi, ¡yo quiero que me lo hagas!"

Sus argumentos me parecieron contundentes, pero le dije: "Mira, olvídemosnos, al menos por un rato, del asunto. Eso sí, si no quieres que tengamos problemas, sobre todo yo, no debes de comentar esto con nadie"

"¡Te lo prometo, Papi-exclamó-pero no me digas que ya no volveremos a hacerlo!"

"Está bien-le sonreí-ya veremos........."

Capitulo 2

Pasó un buen tiempo sin que hubiera ni siquiera mención de nuestras aventuras, en parte porque mi conciencia no me lo permitía y en parte porque no había habido ocasión propicia. Mi niña ya tenía 9 ½ años.

En eso, un día dice mi esposa: "Fíjate que me encontré a Fulanita y Zutanita, quienes se reúnen mensualmente para divertirse sin maridos y me invitaron a reunirme con ellas, así que al menos una vez al mes te abandonaré un rato" Le contesté: "No puedo casi aguantar las lágrimas, pero…c’est la vie!"

Ese día llegué temprano a casa y me senté en el sillón mayor de la sala; ella vino y se sentó a mi lado; le dije: "Amor, nos vamos a tener que pasar la tarde y parte de la noche solitos"

Noté una chispa picaresca en su mirada y me dijo: "¿Ahora sí me darás gusto?"

Yo me hice el que no entendía y le pregunté: "¿Qué quieres decir?"

"Quiero que me toques y te toque yo como la otra vez"

"¡Ay, amor-le contesté-parece que no quieres aceptar que eso no está bien entre nosotros!"

"¡Pues no me importa-me dijo desafiante-me gustó mucho! A menos que a ti no te haya gustado…….

"No, mi cielo-le contesté-al contrario, pero ese es precisamente el problema"

"¡Ya lo sabía-me dijo animadamente-y me preparé: mira!"

Se levantó su faldita: ¡estaba sin calzoncitos!

Sentí el preludio de una erección inmediatamente y se lo dije: "¡Ya ves, mira como me pones!"

Se acercó a mí y empezó a bajarme la cremallera del pantalón; yo la tomé de su barbilla y le di un tierno beso en su boquita, lo cual la hizo reaccionar con sorpresa

"¿No te gusta?" pregunté

"Es que nunca me habías besado asi" contestó

"Pues es que siento que somos más que padre e hija" le dije

Se sonrió y sacando mi pene del pantalón me dijo pícaramente: "Si, ¿verdad?" Me lo peló hasta dejar el glande al descubierto y me dijo: "Mira, sale un líquido diferente" "Eso es un lubricante", le dije. "¿Lubricante para qué?" preguntó. "Después te lo explicaré" contesté.

Metí mi mano entre sus piernitas, que ella inmediatamente las abrió. Le acaricié con la yema de mis dedos la parte interna de sus muslos hasta llegar a sus labios vaginales. Noté que ya estaba ligeramente húmeda y le dije: "Mira, tu también estás lubricada, eso es rico, porque así te podré acariciar mejor". Me dijo: "Pá, aquí es medio incómodo, ¿no? Mejor vamos a la cama, como la última vez"

Asentí y nos paramos; ella me tomó del pene y me jaló hacia la recámara: "Para que no te vayas a escapar", me dijo.

Llegamos a la cama y le dije: "Amor, la ropa es estorbosa, ¿no?. Déjame desvestirte" La volteé y bajé la cremallera de su vestido; ella, mientras tanto, se había despojado de sus zapatillas, así que quedó sólo con su corpiñito de algodón y sus calcetas. Me alejé un poquito para contemplarla: "¡Que linda muñeca eres!", le dije.

Era menudita de cuerpo, en su carita resaltaban sus ojos chispeantes, una nariz respingadita pero pequeña, labios hermosamente delineados. Sus pechitos ya se notaban, con pezoncitos como diminuto bomboncito y sus areolas color chocolate, resaltando con lo rosado de su piel. Su cuerpo empezaba a embarnecer, delineando unas caderitas que acentuaban su cintura; su pubis enseñaba unos labios vaginales ya medio hinchados por la excitación pero con sólo la pelusilla tipo durazno brotando. Me acerqué y le quité el corpíño; luego la senté y le quité sus calcetas.

"Amor,-le dije-¿que tal si nos bañamos? Tus patitas están sudorosas."

Rió nerviosamente y dijo: "Pues es que hoy tuvimos Educación Física. Pero ahora me toca desvestirte"

Me aflojó el cinturón y el pantalón bajó fácilmente, ya que la bragueta estaba libre. Yo empezaba a quitarme la camisa pero ella me lo impidió: "Yo hago todo" me dijo.

Me quitó la camisa y la camiseta. Me empujó hacia la cama y me quitó zapatos y calcetines. Volteó a verme y me dijo: "Si es buena idea bañarnos" Me paró y me quitó la truza. Mi pene estaba semi erecto. Volteó a verme y me dijo: "Así no me gusta tanto". Solamente me sonreí y la llevé al cuarto de baño. Nos enjabonamos mutuamente, pero como con prisas, y luego nos enjuagamos. Al salir le sequé el cuerpo con una toalla y ella hizo lo mismo, después. La cargué en mis brazos, tratando de acunarla, pero ella se prendió de mi cuello y pasó sus piernas sobre mis caderas, apretándose fuerte en mi cuerpo; así llegamos a la cama.

La acosté, pero ella se incorporó y me pidió que me acostara de espaldas; entonces mi Lucrecia empezó a examinar todo mi cuerpo: me pasó sus dedos por mis labios y luego bajó sus manitas hasta mi pecho. Sorprendida me dijo: "¡Oye, Pá, la puntita de tus bubis están bien duras y paradas!" Me reí y le dije: "¡Pues mira las tuyas! Me ganas por mucho" Entonces la atraje hacia mí y le empecé a besar sus pezoncitos; ella dio un brinquito y me dijo "¡Ay, Pá, eso también se siente muy rico!"

Me incorporé y la puse de espaldas a la cama, empezando a acariciar su pubis con la palma de mi mano; ella, casi automáticamente, extendió su mano para tomarme el pene y así empezamos a acariciarnos mutuamente; mientras hacíamos eso, empecé a besar los lóbulos de su orejita, luego sus cejas, la punta de su naricita y al final, sus labios: primero tomé su labio superior y lo succioné suavemente, luego el inferior para después besar ambos labios. Ella no sabía que hacer, sólo se dejaba hacer, pero después reaccionó y empezó a imitar mi accionar. ¡Qué hermoso sentír ser besado así por mi propia hija!

Para esto, no habíamos dejado de acariciarnos y se me ocurrió una cosa. Como sin quererlo, le pellizqué la superior del mens pubis. Ella dio un brinquito y se quejó. "¡Perdona, amor!, ¿te lastimé?" le dije. Ella asintió con su cabecita, como resentida. "¡Perdona, cielo, no me di cuenta!-le dije-pero espera, ahorita sentirás como te curo"

Deje de acariciar su conchita y me deslicé entre sus piernas, haciendo que ella soltara mi pene. Le abrí más sus piernitas y le besé entre su ingle y el muslo y luego me pasé al otro lado. Ella soltó una risita y me dijo: "Allí no fue" "¿No? Dónde entonces?" Me tomó de la cabeza por las orejas y me dirigió justo arriba de su pequeño clítoris, que ya se notaba. "aquí", me dijo. Me acomodé mejor entre sus piernitas y la empecé a besar donde había dejado mi cabeza, bajando luego por toda su rajita. A llegar abajo, le abrí sus labios con mis manos y empecé a lamerla de arriba a bajo. Su cuerpecito empezó a convulsionarse, pero suavemente. Me alejé un poquito, para ver bien su vulvita bien abierta. Su color era rosa tirando a rojo. Creí ver su hímen, con un pequeño agujerito al centro; volví a lamerle la vaginita, metiendo un poco la lengua, y le empecé a lamer el clítoris; ella dio un brinquito, pero apretó mi cabeza a su cuerpo. Recorrí alrededor de su clítoris, que ya estaba más durito, la punta de mi lengua. Empezó a secretar más humedad y a respirar aceleradamente; su piel se puso como "piel de gallina" y de repente plantó sus pequeños pies sobre el colchón, empujando la cadera hacia arriba y empezó a bombear su cuerpo hacia mi cara, sin control. Sentí que unos pequeños ríos de líquidos inundaban mi boca y los empecé a chupar insaciablemente. ¡Mi niña estaba teniendo otro orgasmo! Metí la punta de la lengua lo más profundo que pude entre sus labios y pude sentir las contracciones de sus músculos vaginales

Su cuerpo se desmadejó y se quedó inerme, pero con una sonrisa de pura satisfacción. Me quedé donde estaba, sólo que recosté mi cara sobre su pubis, mi mejilla justo encima de esa caliente vulvita: pude oler sus efluvios ligeramente almizclados mezclados con el olor del jabón, que aún persistía. Me retiré lentamente y la besé, acostado a su lado; le dije: "Mira, a eso hueles y a eso sabes" Me olfateó y dijo: "no huele mal, ¿verdad?" Me chupó un labio y me dijo: "Tampoco sabe mal, sólo un poco saladito"

Me retiré un poco, para disfrutar la vista de ese precioso cuerpecito, que iniciaba su transformación de niña a mujer. Soy un pervertido, pensé. Pero cómo me fascina sentir estas sensaciones con una niña que es, además, mi hija y que, para colmo, ella lo goza.

Al cabo de un rato, se desperezó un poco y volteó a verme la entrepierna. "¡Mira, no está muy grande y no tienes agüita en las piernas, como la vez pasada!" "No, amor-le contesté-quise dedicarme por completo a ti" "¡Pero entonces sólo yo sentí rico!" "Bueno, por esta ocasión sí", le dije

"No me parece bien eso-me dijo-me gusta sentir cómo brinca tu cosa"

"A mi también, cariño-le dije- quizá algún otro día"

Hizo un puchero y me dijo: "No, yo quiero ahorita"

"¿Y qué piensas hacer?"

"Tú me dijiste que lo mismo que siento yo, sientes tú, verdad?

"En términos generales, es cierto", le contesté divertido

"Entonces déjame lamerte yo a ti"

Quedé boquiabierto: nunca imaginé esos alcances, pero a la vez un escalofrío recorrió mi cuerpo e inmediatamente empecé a sentir los embates de la excitación.

"¿Qué quieres hacer?", pregunté

"Tu acuéstate como estaba yo" me dijo

Me acosté boca arriba y ella se metió entre mis piernas; me tomó el pene y empezó a lamer la piel, lo cual me pareció delicioso, pero aparentemente intentaba repetir mi accionar. Le dije, "Amor, lo que se hace con un hoyito no es lo mismo que lo que se hace con un palito"

Me miró inquisidoramente: "¿Y cómo le hago, pues?" Le dije: "Los hombres sentimos mucho cuando la cabecita está descubierta" Asintió, me dejó el glande al descubierto y me empezó a lamer, pero como si fuera una paleta. Le dije: "Así es muy rico, pero hay otras formas, cielo; ¿quieres que te diga cómo?" "¡Si, Papi, dime cómo te gusta más!"

Le dije: "Mira, te voy a hacer una demostración" le tomé un dedo de la mano y lo llevé a mi boca. "Has de cuenta que tu dedo es mi pene" Le lamí la yema desde su última articulación. Luego absorbí su yema en mi boca y lo empecé a succionar, girando mi lengua a su alrededor. Después me fui metiendo poco a poco su dedo hasta tenerlo todo en la garganta, mientras succionaba como si quisiera derretirlo en mi boca, al mismo tiempo lo metía y sacaba casi totalmente, sin dejar de succionarlo.

"¡¡¡Mhhh!!!, hasta yo siento rico" me dijo. "A ver, déjame hacerlo"

Ya mi pene estaba completamente erecto, en toda su extensión [(a propos, ver nota al final)]

Me tomó el pene entre ambas manitas, me peló el glande (yo sentía hasta su respiración en él) y empezó a lamerlo, quizá intuitivamente empezando por el frenillo, luego empezó a meterlo lentamente en su boca. Le dije: "Sólo ten cuidado con los dientes, amor, porque es muy delicado" Asintió con un movimiento de cabeza y un inarticulado "mmjjj" y poco a poco lo fue metiendo en su boca. Llegó a un punto donde quizá era molesto y empezó a mover la cabecita de atrás hacia delante y viceversa, tomando la base con sus dos manitas, mientras succionaba, un par de veces haciéndolo en falso. Obviamente, yo ya estaba en el quinto cielo; tomé una de sus manos y la puse en mis testículos y le dije: "Acaríciame, amor, pero con cuidadito, porque también son muy delicados, como huevitos de codorniz"

No pudo evitar un remedo de risa, pero después siguió seriamente en su tarea. Con mis manos empecé a establecer un ritmo creciente, teniendo cuidado en que no la incomodara, metiéndosela demasiado, Me excitaba más y más, hasta que sentí que llegaba mi eyeculación. Justo a tiempo logré sacarla y exploté casi en una de sus orejas, cayendo un poco en su cabello, pero el resto en mi cuerpo. Puse una mano encima de las suyas y la apreté fuertemente a mi falo, haciendo que mi glande fuera presionado hacia abajo y ella sintiera las contracciones. Ella veía con curiosidad lo que pasaba y luego me miró; debe haber visto mi cara de deleite, porque me preguntó:

"¿Te gustó, Papi?"

¿Quieren que continúe? Háganmelo saber

*Con respecto a la nota: según estadísticas recientes las dimensiones de pene común de los caucásicos (de 12.5 a 17 cm), es mayor que la de los negros (de 12 a 16 cm) y obviamente los que llevan la de perder son los asiáticos (de 8.5 a 14). Sin duda, existen excepciones, y creo que la mayoría de los que escriben aquí son esas excepciones.

Capitulo 3

En la siguiente reunión de mi esposa con sus amigas, premeditadamente llegué tarde a casa, quedándose Lucrecia temporalmente sola, porque la sirvienta salía a las 6 de la tarde; y los días intermedios eran días de una familia normal, aunque, generalmente los fines de semana, aún nos bañabamos los 3 juntos, casi como un ritual de familiaridad. Creo que mi niña intuía que sería necio externar otro sentimiento que el paternal-filial, y yo prefería vaciar mi sobrecarga sexual en el lecho conyugal.

Pero al siguiente mes, cuando llegué todavía estaba la sirvienta, pero nomás salió, se me acercó mi niña con carita contrita y me dijo:

"¿ Tampoco hoy no vamos a hacer nada? ¿O es que no me quieres?"

"Sabes muy bien que no es eso, amor-le dije-pero no quiero que esto se convierta una rutina o que nos engolosinemos demasiado. Es precisamente como los dulces: si a diario comes dulces, o te hace daño o te hastían"

"Pues no creo que a mi me pasara eso", me contestó

"¡Eres verdaderamente una pícara!-le dije-Está bién, tu mandas.

Me regaló una esplendorosa sonrisa y se puso de puntitas para darme un beso.

"¿Empezamos, como siempre, con un bañito?", me dijo.

"Si, cielo, los dos venimos de un día de actividad, y lo mejor es estar limpiecitos y olorocitos"

"Bueno, vamos a tu recámara y yo te desvisto a ti y tu a mí, ¿sale?

"¡Sale!" le contesté sonriendo.

Me senté al borde de la cama para que ella alcanzara bien mi corbata y camisa mientras yo le desabrochaba su blusita del colegio y le resbalaba los tirantes de su corpiño por los brazos. Como siempre, la vista de sus incipientes pechitos hizo que un escalofría recorriera mi cuerpo, iniciando la descarga de adrenalina que iría aumentando conforme la desvistiera. Me paré para que me quitara el pantalón y la truza, mientras yo le quitaba su faldita y le bajaba sus calzoncitos de algodón. Cuando me quitó la truza, mi pene ya estaba es semi-erección y ella inmediatamente lo tomó con una mano, aprétándomelo. Se le quedó viendo un rato y me dijo: "¡Cómo me gusta! A veces quisiera haber sido niño para tener uno yo...."

Me reí y le dije: "¡Pues a mi no me gustaría que lo tuvieras, porque haríamos corto-circuito!"

La atraje hacía mí y nos dimos un sabroso beso, mientras mis manos recorrían su espalda y bajaban hasta sus nalguitas las cuales tomé (casí me cabían una en cada mano) y la empecé a acariciar. Ella me abrazó del cuello fuertemente y me susurró: "Ya vamos a la ducha, ¿no?"

Me adelanté para ajustar la temperatura del agua y nos metimos; estuve tentado de llenar el jacuzzi también, pero lo dejé para otra ocasión. La senté en la silla de plástico que tenemos para esas situaciones y le empecé a enjabonar sus piesesitos y sus pantorrillas; después ella hizo lo mismo conmigo para después, enjabonarnos mutuamente el resto del cuerpo; mientras yo prestaba atención especial para que su vulva y su anito fueran prolijamente enjabonados, ella lo hizo empezando por la pelvis y bajando a los testículos, que ella ya sabía había que tratar con cuidado; después, me deslizó el prepucio al máximo (que ya estaba reluciente e hinchado por la presión de la sangre) y se dedicó a enjabonarme con sus dedos alrededor de la corona, cosa que aumentó mi excitación. Yo metí ligeramente mis dedos en si vaginita e hice leve presión en su culito para limpiar perfectamente. A continuación nos enjuagamos y nos secamos mutuamente para después cargarla, como en ocasiones anteriores, hacia la cama. Ella de nuevo echó sus piernitas sobre mi cintura abrazándome por el cuello y besándome toda la cara

La deposité sobre la cama y empecé a besarle las orejitas, metiendo ligeramente mi lengua en ellas, lo que la hizo estremecerse; luego bajé por su cuello hasta sus pechitos, lamiendo primero sus pezones y absorbiendo después sus pequeños volcancitos; bajé luego, lamiendo su abdomen, hasta sus ingles, sin tocar todavía labios. Ella aspiró profundamente, pero de repente me tomó la cara para voltearme hacia ella y me dijo: "¿Quién empieza?" Entonces le respondí: "¿Y que tal si los dos al mismo tiempo?" Volteó a verme con cara de sorpresa: "¿Cómo que al mismo tiempo?" "Si, te digo como: mira, tu te sientas sobre mi pecho, pero con la cara mirando hacia mis pies"

Así lo hizo de inmediato y al pasarme una pierna al otro lado, tuve esa visión preciosa que se tiene al ver nalguitas, anito y vulva al mismo tiempo. Le dije: "¿Ves? así tienes lo que quieras a tu disposición y yo también te tengo cerca, al mismo tiempo"

"¡Que buena idea, Papí!" exclamó entusiasmada (¡si supiera que hace mucho que es la posición favorita de los que aman el sexo oral, pensé!).

Me tomó el pene con una mano y empezó moverla para abajo y para arriba, de vez en cuando bajando todo el prepucio. "Me encanta ver cuando se cubre y se descubre" me dijo. Yo la tomé por la parte anterior de sus muslos, la acerque a mi cara y la levante un poco. "No me vayas a poner muy lejos, Papi, para que te alcance todo" indicó. Le empecé a besar y lamer las nalguitas, abriendo ligeramente sus labios con mis pulgares, para ver la hermosa entrada de su cuevita. Ella me preguntó: "¿Quieres que lo haga como la vez pasada, como hiciste con mi dedito?" "Lo que tu quieras, amor, como más te guste a ti" Se inclinó un poco más y tomo la punta del glande en su boquita, y empezó a recorrerle la lengua. En un momento dado, inclinó el pene hacia ella y le metió la punta de la lengua en la entrada de la uretra.

Yo entonces me incliné un poco más y le empecé a besar la entrada de la vagina y luego a lamerle los labios: ella se estremeció un poco y metió un poco más el pene en su boquita, mientras que con la mano bajaba y subía el prepucio; yo metía la lengua cada vez más profundo y entonces empecé a acercarme más a su clítoris, para dedicarme después sólo a él. Para ese momento yo ya notaba su humedad mezclarse con mi saliva y ella subía y bajaba un poco sus caderitas, para sentir más mi lengua y mi boca. En ese momento decidí recorrer desde su vulva, por todo el perineo, hasta llegar a su anito. Cuando sintió mis toques como que se quiso retirar pero yo la aprisioné más sus caderitas, para no dejarla. Ella sacó el pene de su boquita y me dijo: "¿Qué haces, Papi?" "¿No te gusta", inquirí. "Pues se siente rarito, pero...." "¿Pero te disgusta?" No, se siente rico también, pero ¿allí?" "¿Qué tiene?" "Pues...es por donde haces popó......." "Por eso te lavé muy bien, amor, porque ya tenía ganas de lamerte tu colita" "¿A ti también te gusta hacerlo?" "Claro, si tu lo permites y lo disfrutas" "Si, síguelo haciendo, se siente diferente pero también bonito"

Seguí lamiendo todo el recorrido, de vez en cuando pausando para dedicarme a su clítoris, mientras ella se dedicaba a mi pene, ejecutando todas las variantes que habíamos practicado. En un momento dado, abrí el cajón del buró de la cabecera a mi lado, y saque el tubo de jalea K&Y que utilizabamos cuando teníamos sexo anal o con vibrador con mi mujer, a la vez que sentía que mi niña empezaba a jadear más rápidamente; tomé un poco con un dedo y se lo unté en la entrada de su anito; ella dio un brinquito pero no dijo nada. Entonces, mientras la lamía y chupaba, empecé a masajear su rosado y apretado agujerito; al principio, contraía su esfínter tratando de frenar la intrusión, pero le dije: "No aprietes, cariño, afloja tu colita" lo que me permitió meter un poco el dedo y la empecé a masajear por dentro. Ella aumentó el ritmo de su respiración y del bombeo del pene en su boca, hasta que en un momento dado empezó a convulsionarse y yo sentí como su esfínter se contraía convulsivamente. Se sacó el pene de la boca, se incorporó ligeramente y tuvo su orgasmo restregando fuertemente su vulva en mi boca. Yo ya no aguanté más y eyaculé entre las manos de mi niña, que aún me tenía aprisionado.

Se despatarró sobre mi cuerpo, descansándolo sobre el mío y pude ver como gotitas de sus humedades escurrían por sus labios, mientras se quedaba como adormilada. Yo también me relajé totalmente, lleno de satisfacción y ternura por mi hija…..

¡Mi hija! ¡De repente me acordé que la siguiente semana cumplía 10 años!

Por Ontherave

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