Me llamo Rolando y este es mi primer relato, así que para comenzar he decidido contarles como fue el primer encuentro sexual con mi madre. Espero que les guste y aguardo sus comentarios en mi cuenta de correo.
Mi madre es una mujer guapa a sus 40 años, es menuda (1´55m y 45kg más o menos) y tiene el pelo negro y corto. Sus ojos son negros y profundos, la nariz pequeña y los labios carnosos y sensuales. Tiene los pechos ligeramente grandes para su estatura, pero firmes y de piel suave. El vientre es plano gracias al ejercicio y la curva de su cintura es deliciosa hasta el ensanche de sus caderas. El culo lo tiene pequeño y respingón, lo que siempre me ha vuelto loco.
Aunque mi madre ocupó mis fantasías muchas veces nunca intenté nada con ella por respeto a mi padre. Pero el año en que cumplí los 19 mi padre nos dejó por otra mujer y mi madre se quedó sola. Ella todavía le quería y sufrió una gran depresión, incluso a veces entre sollozos se preguntaba si la culpa era suya por no haber sabido satisfacer a mi padre. Yo me mantuve a su lado consolándola lo mejor que pude preparado para aprovechar mi oportunidad.
Esta se presentó a los dos meses de haberse ido mi padre, una cálida noche de agosto. Me encontraba en la cama intentando conciliar el sueño cuando de la habitación de mi madre me llegó un llanto apagado. Rápidamente me levanté y vestido solo con un boxer fui a ver que le ocurría. Di la luz del pasillo y me asomé a la puerta abierta, mi madre estaba tumbada sobre las sábanas dándome la espalda. Llevaba puesta una camiseta mía que se le había remangado hasta la cintura y dejaba a la vista su ropa interior.
Sin hacer ruido me acerqué a ella y me tumbé a su espalda enlazándole la mano. Al sentirme ella intentó contener el llanto sin conseguirlo.
-¿Qué pasa?-pregunté con ternura apretándole la mano.
-Me siento sola-respondió devolviéndome el apretón pero sin mirarme-cuando tu padre se marchó me condenó a pasar el resto de mi vida sola-entonces comenzó a llorar con más fuerza.
-No estás sola, yo siempre estaré contigo.
Nada más decir esto comencé a besarle la mejilla sintiendo en mis labios el regusto salado de sus lagrimas. Tras unos segundos ella intentó girar la cabeza, pues yo todavía estaba a sus espaldas, sin quererlo sus labios chocaron con los míos. Mamá se detuvo en seco y noté como contenía el aliento. Armándome de valor yo seguí besándola aprisionando sus labios con los míos y apretándome contra ella. Poco a poco sus labios empezaron a moverse para devolverme el beso, de forma suave al principio pero con mayor pasión cada vez. Aventuré mi lengua a explorar en su boca a lo que ella respondió con la suya. Envalentonado le solté la mano y la subí hasta su pecho, lo agarré con fuerza y comencé a acariciarlo.
Tras unos segundos ella subió su mano hasta la mía y la retiró de su pecho. Pesé que todo había acabado, pero mi madre siguió besándome con renovada pasión y guió mi mano hasta su entrepierna, dentro de sus bragas. Con movimientos firmes colocó mis dedos sobre su sexo y me indicó como debía moverlos. Una vez me hubo enseñado me soltó y tanteó hacia atrás, introdujo la mano dentro de mi boxer y agarró mi pene que para entonces ya estaba en erección. Sus dedos me oprimieron con fuerza y después empezaron un lento sube y baja desde la base hasta el glande. Nuestras caderas se movían al ritmo de las manos mientras nos masturbábamos mutuamente sin dejar de besarnos con gran pasión.
El placer me llenaba mientras mi madre me hacía una paja lenta y deliciosa como nunca había sentido. Cuando pensaba que no iba a aguantar más la agarré por la cintura y la giré para que estuviese de cara a mí. Los dos nos miramos con la respiración entrecortada mientras yacíamos en la cama tumbados de costado. Sin dejar de mirarla me moví hasta quedar tumbado sobre ella y volví a besarla. Mis manos se movieron hasta su cintura y se encontraron con las suyas. Los dos cogimos el reborde de la camiseta y tiramos hacia arriba. Poco antes de sacársela del todo la detuve de forma que solo cubriese sus ojos y sus brazos.
Entonces me detuve a mirarla, a pesar de la penumbra sus pechos se veían espléndidos y su piel candente estaba perlada de gotas de sudor fruto del deseo. Sus labios se movieron a ciegas buscando los míos y no los defraudé. Sin dejar que se retirase la camiseta fui descendiendo por su cuello sin dejar de besarla hasta llegar a sus pechos. Los sujeté con las manos para acariciarlos mientras mi boca seguía sobre el pecho izquierdo deteniéndose en la aureola de piel oscura en torno al pezón para pasar a lamerlo con avidez. Inmediatamente mi madre dejó escapar un leve suspiro seguido de otros más profundos.
Sentía bajo mi mano el desenfrenado latir de su corazón que parecía querer salir del pecho. Tras un rato de jugar con su pecho continué el camino descendente bajando la lengua por su vientre. Ella soltó una risilla cuando llegué a su ombligo y me detuve unos instantes para hacerle cosquillas. Cuando proseguí no tardé en llegar a la cinturilla de sus bragas. Incorporándome un poco comencé a quitárselas mientras besaba sus piernas por el camino. Cuando se las hube quitado separé sus muslos con las manos y observé su sexo, tenía un vello negro rizado muy fino y sus labios estaban ligeramente abiertos. Cada vez más excitado bajé la cabeza y me puse a lamer la entrada de su vagina.
Mi lengua se movía separando sus labios y penetrándola ligeramente, para después subir hasta el clítoris y lamer la zona circundante. Los suspiros se convirtieron entonces en gemidos, cada vez más rápidos. Mamá se quitó la camiseta y la arrojó al suelo, bajó los brazos y me sujetó por la nuca apretándome contra su sexo. Cada vez estaba más mojada y sus gemidos se hacían más graves. En un momento se tensó cerrando las piernas y me inundó la boca de fluidos mientras exhalaba todo el aire en un último gemido.
Cuando terminó el orgasmo volví a tumbarme sobre ella y la miré a los ojos. Ella me devolvió la mirada y en sus ojos chispeantes vi la culpabilidad por lo que acababa de pasar, pero también el placer y el deseo que experimentaba. Ambos sabíamos lo que iba a pasar, pero queríamos disfrutar del momento. Manteniéndome la mirada en todo momento enlazó las manos detrás de mi nuca, separó ligeramente las piernas y asintió levemente con la cabeza. Muy despacio coloqué mi pene a la entrada de su vagina y la fui penetrando disfrutando de cada centímetro. Una vez estuve dentro comencé un lento mete saca a la vez que bajaba sobre ella para besarla.
Nuestros cuerpos se movían en sincronía, como bailando a cámara lenta. Casi imperceptiblemente fui aumentando el ritmo. Ella se abrazó a mí fuertemente y comenzó a susurrarme al oído.
-Así cariño, sigue así mi vida....no pares amor-se mordió el labio para ahogar un gemido- más Rolando más....te quiero amor mío, no pares.
Poco a poco los jadeos la impiden hablar y los ahoga besándome en el pecho. Yo sigo con el bombeo y apoyo las manos a los lados de su cabeza para dar más impulso. Mamá se reclina hacia atrás y enlaza sus piernas entorno a mi cintura. El ritmo se vuelve frenético y el ruido de los muelles de la cama solo queda ahogado por el palmear de nuestros estómagos y nuestros jadeos cada vez menos contenidos. Mi madre gime y se agarra a mis brazos mientras otro orgasmo le sobreviene y convulsiona todo su cuerpo. Sintiendo que voy a estallar intento separarme para eyacular fuera, pero ella me retiene contra sí mientras lleva mis manos a sus pechos. Apretándola tan fuerte que la hago gemir alcanzo el orgasmo y la lleno de mi semen. Exhausto caigo a su lado y vuelvo a mirarla.
Ella también parece rendida, respira entrecortadamente, se aparta de los ojos un mechón cubierto de sudor y se abraza contra mí. Agotada la pasión nos besamos con cariño hasta caer dormidos uno en los brazos del otro.
A la mañana siguiente me desperté con el sol dándome en la cara, nunca había dormido mejor. Me giré y vi a mi madre al lado de la ventana dándome la espalda, el sol bañaba su cuerpo desnudo dándole un tono cobrizo.
-Estás preciosa con la primera luz de la mañana- le dije.
Ella se sobresaltó y sin volverse a mirarme me dijo:
-Rolando...lo de anoche...
-Lo de anoche fue el mejor momento de mi vida-la corté sentándome en la cama.
-¡Estuvo mal!¡Soy tu madre!
-Ayer eso no te importó-dije levantándome y caminando hacia ella.
-No sé que me pasó...me dejé llevar...
-Yo sí sé lo que pasó, ayer los dos disfrutamos como nunca el uno del otro, me necesitaste y te lo di todo, no puede haber nada malo en eso.
Llegué a su lado y como todavía estaba de espaldas a mí le puse una mano en el culo.
-¿O acaso vas a negarme que me pediste más? Puedo darte todo lo que quieras.
Deslicé la mano por la cintura hasta su sexo y comencé a acariciarla alrededor del clítoris, con la otra mano le cogí el pecho izquierdo para masajeárselo. Ella se movió un poco para resistirse, pero yo la sujeté con más fuerza y pasé a besarla por el cuello. Poco a poco sus no...no se convirtieron en gemidos y se dejó hacer. Introduje un dedo dentro de su vagina y separé sus labios lo bastante para meter otro. Entonces pasé a realizar un movimiento de vaivén al ritmo de sus caderas.
Mamá giró la cabeza y me besó con fuerza introduciéndome la lengua y casi dejándome sin respiración. Devolviéndole el beso pasé a frotarle el pene entre las nalgas mientras la penetraba con los dedos. Tras unos minutos alcanzó el orgasmo y bañó mi mano con sus fluidos mientras ahogaba sus gemidos en mi boca. Entonces me miró y me dijo:
-Dámelo todo, lo quiero todo.
Cuando terminó de hablar retiré los dedos de su vagina y la penetré de un golpe. Ella gimió levantándose de puntillas por el impulso. Tomando sus pechos con las manos empecé a bombear hacia arriba. Sin embargo la postura era incómoda y no podía coger fuerza, así la obligué a bajar el cuerpo de forma que quedara perpendicular al mío.
Entonces la sujeté por las caderas y la penetré con todo mi miembro. Con cada caderazo ella dejaba escapar un jadeo mientras yo aumentaba cada vez más la velocidad. Cuando miré hacia abajo me fijé en su espléndido culo, que por la posición mostraba toda su belleza mientras con cada penetración rebotaba contra él. No pude resistirme a tenerla también por ahí.
Saliendo de su vagina me coloqué en su ano ayudándome con la mano y empujé hasta penetrar de un solo embite. Mamá lanzó un grito de dolor pero yo no me detuve y seguí empujando. Con cada penetración mamá gritaba, pero a cada grito seguía una orden para que siguiese, mientras se movía hacia mí para que la penetración fuera más profunda. Finalmente eyaculé y me moví hacia atrás hasta caer sentado en la cama.
Mamá se volvió y sin decir nada recogió su camiseta del suelo y pasó a limpiarme el pene con ella. Cuando hubo acabado me miró a los ojos y me dijo:
-Te he dicho que lo quiero todo.
Entonces bajó la cabeza y comenzó a lamerme el pene, que enseguida volvió a entrar en erección. Cuando el tamaño le pareció adecuado se lo introdujo en la boca y pasó a chuparlo. Su boca me recorría el pene desde la base hasta el glande, donde se detenía a jugar con la lengua para luego volver a empezar. Yo bajé las manos hasta su cabeza y me dediqué a acariciar su pelo. El movimiento de su cabeza era hipnótico mientras subía y bajaba, haciéndome estremecer de placer.
Cuando creí que iba a estallar mamá se detuvo y se levantó. Sin decir nada se sentó sobre mí pasando una pierna por cada lado mientras se aseguraba de que mi pene entrase en su vagina. Cuando estuvo sentada la atraje hacia mí y la besé con pasión salvaje mientras le acariciaba todo el cuerpo. Poco después ella me empujó y caí tumbado en la cama, ella permaneció en su posición y comenzó a cabalgarme moviendo el torso hacia adelante y hacia atrás.
La sujeté por las caderas y la ayudé a mecerse con más fuerza. Sus pechos saltaban de forma maravillosa, lanzando gotas de sudor por el esfuerzo. Ella jadeaba de placer y se tensaba cuando tenía un orgasmo que estremecía todo su cuerpo. No puedo recordar cuantas veces la llevé al clímax y noté hundirse sus dedos en mis brazos pidiéndome más.
Finalmente yo también llegué al orgasmo y volví a vaciarme dentro de ella. Cuando terminé se dejó caer sobre mí totalmente exhausta. Respiraba agitadamente y tenía todo el cuerpo bañado en sudor.
-Ha sido maravilloso- le dije aún jadeando- eres lo mejor.
-Sí que lo ha sido, nunca estuve así con tu padre, nunca lo...disfruté tanto. Nunca duró tanto.
-Pues yo aún no he terminado-dije mirando hacia mi pene que ya volvía a estar erecto.
-Me pasaría el día haciéndolo contigo amor- dijo cogiendo mi miembro con la mano.
Volteándola para ponerme encima la penetré y volví a hacerle el amor con pasión animal hasta que los dos nos fundimos en un orgasmo conjunto que nos hizo gritar de placer. Al terminar nos quedamos en la cama abrazados mientras yo le acariciaba los pechos.
Desde entonces mi madre se ha convertido en mi amante, nos abordamos sin tapujos en cualquier lugar de la casa y hacemos el amor hasta quedar rendidos.
Por Rolando
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