Capitulo 1
El adolescente se había convertido de repente en una verdadera calamidad para sus padres. En el transcurso de un año había sido expulsado de tres colegios diferentes. Su incontenible rebeldía y malos modos se hicieron insoportables para toda su familia: intolerante, grosero hasta la vulgaridad, vago y holgazán, sin más afición que escuchar, a todo volumen, horas y horas, viejos discos de rock. En fin, a sus 14 años Raulito era toda una amenaza. La última gracia del chiquillo fue haberle agarrado las nalgas a su maestra de inglés en la escuela, lo expulsaron inmediatamente.
Por fin sus padres, Celia y Héctor, luego de incontables noches de insomnio fueron iluminados por una maravillosa idea --bueno al menos eso creyeron ellos-- mandarían a Raúl a vivir un tiempo con sus tías a Zacatecas. Religiosas hasta el fanatismo, las mentadas tías: Ofelia, Julia y Rosa –hermanas de su madre, solteronas empedernidas, cercanas al medio siglo de edad, y con una conducta ética y moral intachable, según la familia— sabrían meter al orden al torbellino adolescente en que se había convertido Raulito, que una noche de septiembre fue puesto, contra su voluntad, en un autobús de la línea "Fronteras" con rumbo bien definido: Zacatecas.
Los primeros días del "malvado" muchacho fueron un tormento indescriptible: por las mañanas era llevado casi a fuerzas a oír misa de 6, luego del almuerzo tenía que ayudar a sus tías limpiando y arreglando la tienda de artesanías que las tres mujeres atendían en el centro de la ciudad, a medio día y luego de la comida de nuevo rezos: el rosario de las 4, luego de nueva cuenta a atender la tienda y a las 9 de la noche y antes de merendar, de nueva cuenta más religión: el rosario rezado a viva voz por las tres mujeronas, un día si y otro... también.
Por supuesto que desde el primer día Raúl estaba tramando cómo salir de tan terrible embrollo, escapar de ese lugar era la persistente idea. Con lo que no contaba era que precisamente esa idea ya era compartida por sus parientes, las que para evitar cualquier mala experiencia acompañaban al muchacho a todas partes y no lo dejaban ir solo a ningún lado!, vaya, ¡ni siquiera cuando se bañaba!
En uno de aquellos trances, cuando precisamente Raulito estaba bajo la regadera, sabiendo que tras la cortina de plástico estaba su tía Ofelia –la menor de las tres— a su cuidado y rumiaba su mala suerte, de repente tuvo una inusitada idea: asustar a las tías, ¿cómo?, pues con aquello que precisamente les causara más miedo: el sexo, ¡si!, los ojos se le iluminaron, era obvio, las tres mujeres maduronas, fanáticas de la religión, apegadas al más estricto código de conducta moral muy pocas experiencias habrían tenido en cuestiones sexuales, eso podría ser la solución, se dijo. Meterles un susto con aquello a lo que más temían, y por qué no, darse de paso una pequeña satisfacción, no tanto como meterles el miembro –se dijo--, pero si, que supieran que Raulito ya no era el chiquillo pecoso y maleable de la niñez, sino al menos un hombre en proceso de formación. De esa forma sus tías se apurarían a regresarlo a su hogar en la ciudad de México.
En esas estaba el chiquillo cuando de la voz de su tía Ofelia lo sacó de sus meditaciones:
--"¿Ya terminaste Raulito?, si es así ponte la toalla que tengo que limpiar el baño".
--"Si tía, ya puedes pasar", dijo el chamaco y cuando la tía entró, llevando el trapeador para secar el agua del piso, como no queriendo Raúl dejó que la toalla cayera de su cuerpo, descubriendo su desnudez y la incipiente erección que hizo brincar a su pariente: "ay Raulito!, tápate por todos los cielos, mira nada más que cosas..., que cosas... tienes", dijo la mujer roja de vergüenza sin dejar de ver el desnudo cuerpo de su sobrino, pero sobre todo fijando la vista en aquella carne colgante rodeada de vellos.
Luego de que el adolescente se percató de la inesperada impresión causada en Ofelia, con movimientos torpes procedió a cubrirse y mientras secaba su cuerpo el chiquillo pudo percatarse de redondo culo de si tía, que al trapear apuradamente el piso meneaba el trasero de forma singular.
Ya en su cuarto mientras se vestía Raúl rememoraba lo ocurrido hacía un rato, nunca se había percatado de sus tías todavía estaban buenas y al pensar en Ofelia el chamaco sintió un ligero e inesperado espasmo en el miembro. Raúl jamás imaginó las consecuencias que tendrían aquellos juegos.
Su siguiente paso fue meterle un susto a su tía Julia. Ya sabía que Julia antes de meterse a su recámara pasaba a la del chiquillo como para comprobar que el sobrino estaba ya en la cama dispuesto a dormirse y no había escapado como tenían las mujeronas.
--"Pero ahora será diferente", se dijo el chamaco. Por ello inició una lenta masturbación, su intención no era venirse, sino más bien poner a "tono" su pito, así inició una lenta masturbada con su mano derecha sobre su pene, y cuando el miembro estaba a "tres cuartos" escuchó los pasos de su tía en el corredor, suspendió su tarea, escondió la verga bajo el calzón y entrecerró los ojos.
Cuando Julia entró al cuarto lo primero que vio fue el desnudo cuerpo de Raúl sobre la cama y exclamó: "válgame dios chamaco, tápate que te puede dar un resfriado" y poniendo manos a la obra la mujerona procedió a cubrir con las sábanas el cuerpo del adolescente, pero al momento se detuvo. Raúl abriendo apenas los ojos vio a la tía fijar la mirada en el ostentoso bulto que formaba la trusa blanca, quizá fueron segundos, pero cuando ya la mujer terminaba de cubrir a Raúl con la ropa de cama, el chiquillo sintió sobre su erección el inesperado apretón de la mano de Julia y su voz apagada: "condenado chamaco, mira nada más el palote que te cargas, estás bien bueno chamacote!...", luego la mujer se dirigió a la puerta y antes de cerrarla apagó la luz.
Capitulo 2
Sería media noche cuando el inesperado ruido de la puerta que se abría sacó a Raúl del sueño, el vano de la puerta dejó entrever la figura de alguien, contuvo la respiración mientras aquella sombra recortada apenas en la oscuridad cerraba la puerta, la sintió dirigirse a su cama y sentarse en la orilla, ¿quién era?, se preguntó el adolescente, más no tuvo tiempo de contestar su pregunta pues ya una silenciosa mano se metía bajó las cobijas, contuvo el aliento cuando la mano llegó a su entrepierna; era una mano suave, delicada, la que se posó sobre el bulto adormecido de su sexo. Momentos después los dedos de esa mano iniciaron un delicado vaivén, al instante Raúl sintió su virilidad despertar, entonces la mano apresó sobre su calzón la verga erecta, dándole ligeros apretoncitos, unas veces delicados, otras veces más fuertes, hasta que esa mano misteriosa empezó a despojarlo de su trusa.
Para entonces Raúl había descubierto, en la penumbra del cuarto, de quien se trataba. Era Ofelia, así lo indicaba su lacia y larga cabellera, así como la suavidad de las facciones de su rostro que se recortaban por la tenue luz que entraba por la ventana. Los avances de la mujer, que ahora jugaba con insistencia con su erecto miembro, lo hicieron reaccionar, llevó una de sus manos hasta las piernas de la mujer e intentó meterla entre aquellos muslos carnosos, más Ofelia contuvo su intento, pero no suspendió sus caricias, que ahora habían logrado generar una tremenda erección en el miembro adolescente, ya la verga estaba mojada de líquido preseminal, y la mano de ella subía y bajaba acompasadamente por el tronco, entreteniéndose a veces en recorrer con los dedos el morado y desnudo glande.
El chiquillo tensó el cuerpo y atentó se dispuso a ser objeto de los avances sexuales de la tía, que ahora de manera experta movía delicadamente su mano sobre el erecto miembro, bien parecía que Ofelia tuviera bastante experiencia cascando vergas, pues la suave mano rodeaba a la perfección el tronco, subía lentamente hasta el glande, y ahí se detenía por instantes, luego la mano volvía a moverse, ahora hacía abajo, acariciando de paso la cabeza mojada del juvenil miembro, repasando ahí el dedo pulgar, luego presionaba la mano para hacer que el glande se pelara, deslizaba el anillo formado por sus dedos lentamente, llevándose de paso la piel del prepucio, desnudando la cabeza, así una y otra vez, llevando al chamaco a la cima del placer.
Raúl, con los ojos entrecerrados, sentía venir la eyaculación, un involuntario gemido que escapó de sus labios así se lo anunció a Ofelia, la mujer en ese momento detuvo los movimientos de su mano, y ayudándose de la otra tomó la de Raúl para llevarla hasta sus pechos. El efecto fue inmediato, el chiquillo se prendió al momento de una teta, la derecha, carnosa, suave, redonda, grande; sintió la delicada suavidad de la bata de dormir, y la perfección de la chiche de su congénere que en ese momento volvió a mover la mano sobre el tronco duro y viril de su sobrino.
Raúl acariciaba la gorda teta, la apretaba suavemente, repasaba los dedos sobre el duro pezón, la tía suspiraba agitadamente, su pecho subía y bajaba, se estaba calentando, ahora a Raúl le faltaba mano para darse el atracón, sobando las tetas, ora una, ora otra, apretando con fuerza, sobre todo en la dura punta, que ahora ya formaba un curioso chupón, duro y erecto; ya la mano de Ofelia se agitaba con fuerza sobre la verga erecta y mojada de su sobrino, hasta que Raúl no pudo y gimiendo le anunció a la mujer que la leche le llegaba, ella apretó más la mano en el tronco viril y al momento llegó el muchachito al clímax del placer y como entre sueños, y uno y otro chorro de semen expulsado por su miembro, vio o creyó ver a Ofelia inclinarse sobre su sexo y colocar su rostro, más bien su boca, en la punta de la verga que ahora escupía leche a chorros.
Sería un sueño o no, pero Raúl sintió la boca de Ofelia tragarse el miembro que eyaculaba semen, sintió el anillo de los labios rodear con fuerza el glande y succionar, chupar, mamar y mamar, tragándose la leche que escapaba sin control.
Serían sólo instantes, pero para Raúl fue una eternidad, dejó que su pito dejara de palpitar y disfrutó de los últimos chupetones de la femenina boca sobre su sexo, se dejó hacer, la mujer todavía lengüeteó la verga llevándose los restos de leche que hubieran quedado, luego delicadamente dejó libre a Raúl e incorporándose de la cama se dispuso a irse, más cuando estaba por darle la espalda Ofelia acercó de nuevo su rostro, pero ahora hasta el oído del chiquillo y luego de darle un suave beso le dijo: "no le digas a nadie de esto, hasta mañana sobrinito lindo".
Capitulo 3
Al día siguiente luego del desayuno la tía Julia lo llamó con voz altanera: "oye Raulito quiero que vengas a mi cuarto", de inmediato el cuerpo del chico se tensó, con paso titubeante entró a la recámara de su tía, pensando lo peor. La mujer estaba de espaldas a él cepillándose la cabellera frente al espejo, se quedó cerca de la puerta, por si las dudas, vino el diálogo:
--"Oye Raulito, quiero que mientras estés en nuestra casa te comportes como debe ser. Ayer cuando te bañabas, tu tía Ofelia me dijo que le mostraste el miembro, ¿es eso cierto?".
--"¡No tía, se lo juro, lo que pasó fue que se me cayó la toalla, eso fue lo que pasó!".
--"Quiero creerte Raúl, quisiera creerte, pero anoche cuando fui a tu cuarto, estabas casi desnudo sobre la cama..., y se te notaba todo eso..., yo traté de cubrirte, pero me di cuenta que tenías todo eso parado. No Raúl, nosotras somos unas mujeres apegadas a nuestras creencias y a nuestra religión. Jamás, óyelo bien, jamás nos hemos apartado de nuestros principios y no por ser unas viejas gruñonas vamos a cambiar, así que debes de saber que nosotras te queremos, pero si tenemos que educarte es nuestra obligación hacer que aprendas el camino del bien y te apartes de la perdición, que conduce inevitablemente a la fornicación y al desenfreno sexual, a la lujuria y a la perdición, ¡eso no!, te lo digo Raúl, si quieres ser un hombre de bien debes seguir nuestros pasos, ¿entendiste?", dijo Julia casi gritando.
Raúl casi estuvo a punto de soltar la carcajada: "camino del bien, perdición, fornicación, desenfreno, lujuria... perdición", pero se contuvo estoico y asintió: "sí tía".
--Bueno pues –repuso la mujerona— y para evitar contratiempos hoy vas a dormir en mi cama, no es que tenga desconfianza de mis hermanas, pero la carne es débil y es mi obligación apartar de ellas cualquier tentación, por supuesto que espero que te comportes como debe ser, ¿entendiste muchachito?". No hizo falta que el adolescente contestara.
Esa noche con su pijama puesta Raúl se presentó en la recámara de Ofelia, ella ya lo esperaba, pues percibió su presencia y con un "anda pasa, que ya me tengo que dormir", el chiquillo entró, se sentía nervioso aún antes de cerrar la puerta.
--"¿Ya hiciste tus oraciones nocturnas muchachito?", --dijo la mujer, Raúl asintió--, "bueno pues, a la cama, ocupa el lado derecho, yo duermo en el otro lado". Eso hizo el chico que sentía que algo inesperado estaba por ocurrir.
Ya bajo las sábanas sintió a su pariente meterse a la cama rezando en voz apenas perceptible alguna oración religiosa que él no alcanzaba a entender.
Como tratando de poner la mayor distancia entre él y su tía, Raúl se acostó de lado, casi en la orilla de la cama, y en esa posición estaba por conciliar el sueño cuando sintió el cálido cuerpo de la mujer repegarse a su espalda, él no se movió, si lo hacía caería al suelo, los brazos femeninos rodearon su cintura e hicieron que el contacto entre los cuerpos se hiciera más cercano, ahora podía sentir el chiquillo las tetas de su tía repegadas a su espalda, y sobre todo los amorosos brazos que lo atenazaban y que de manera lenta lo oprimían, escuchó su voz:
--"¿Ya te dormiste Raulito?
--"No tía".
--"Voy a colocar mi mano sobre tu pajarito y si como dices ya hiciste tus oraciones y eres un buen niño, no vas a sentir nada ni tampoco se te va a parar la cosita, ¿entiendes?".
Raúl ya no contestó, sólo sintió la mano de la mujerona bajando de su cintura hasta posarse, encima de su calzón, en la dormida verga. En su nuca sintió la caliente respiración de la tía y sobre su miembro los suaves movimientos de aquellos dedos que insistían en despertar aquello, Raúl hizo lo imposible por reprimir aquellas sensaciones, pero a su pesar sintió endurecer su palo, Julia sintió lo mismo y le recriminó:
--"¡Ya ves Raulito!, ¡se está parando tu pájaro!, eres un niño sucio y lujurioso, seguro como los chamacos de tu edad, que a la menor oportunidad se esconden para sobarse el palo hasta escupir esa sucia cosa que se llama semen, a ver dime, ¿cada cuando te lo haces?".
--"¿Qué tía?, qué hago...".
--"No mientas!, anda confiesa, cada cuando te agarras el pájaro, quiero que me lo digas, para así llevarte a confesar y hagas penitencia, confiesa te digo!".
--"Yo no tía, deberás, casi no...".
--"Entonces, qué haces, no me digas que ya probaste mujer, que fuiste capaz de seducir a una jovencita, para hacerla víctima de tus bajos instintos, dime, ¿ya conociste mujer?".
--"No tía, se lo juro, yo nunca...".
--"Ah!, entonces nunca lo haz hecho, digo, meterle esta cosa horrible a una chiquilla, voy a creerte Raúl, pero seguro te jalas el palo, eso es seguro, a ver dime, tengo que saberlo...".
--"Bueno..., tía, a veces, pero no mucho, yo..., digo, ni siquiera sé..., de eso, no sé cómo es eso, deveras tía Julia...".
--"No se si creerte muchachito, los jovencitos a tu edad no hacen otra cosa que pensar en sexo, en esas horribles cochinadas, y como siento tu pajarito, no eres ajeno a los tocamientos, seguro que andarás pensando a todas horas en mujeres, en esas cosas feas que hacen los adultos lujuriosos y aún los jóvenes como tú, segurito te entran ganas al pensar en mujeres, y..., así como ahorita, mira apenas te toqué un poco encima de tu trusa y ya tienes el pajarote, el palote duro y parado, seguro estarás pensando que cuando me duerna..., podrás, digo, al menos acercarte a mi cuerpo y..., tocarme..., no se..., las tetas..., o la cola..., o peor aún..., ay niño de porra de lo que serás capaz...".
--"No tía, se lo juro..., yo nunca...".
--"Calla!, imprudente, no jures, no jures, seguro tu calenturienta mente de chamaco te está dictando que esperes a que me duerma para hacerme presa de tus pasiones..., hasta intentarás penetrarme con esta cosa infame que tienen todos los hombres".
--"No tía Julia, si quiere me voy a dormir a mi cuarto...".
--"Eso ni pensarlo!, ya estás aquí, con esa cosa como de fierro, me tengo que encomendar a todos los santos del cielo para que no..., para que el cielo no permita que tú, con tu cosa, con esta cosita tan buena quieras..., hacerlo..., ponerlo ahí en mi conchita, pero espero que no..., ¿verdad que no?".
--"No tía le aseguro que no..., ya no me toque, por favor, siento cosas...".
--"Si, seguro, sientes cosas, mira Raulito ya te dejo, ya no te voy a tocar, voy a darte la espalda, soy casi una santa, si quieres podrás repegarte a mi, por atrás, y verás seguro que no voy a sentirte ahí junto a mi, mi religión me impedirá sentir tus avances, puedes repegarte, poner tu palote ahí atrás, hasta podrás agarrarme si quieres, que yo nunca, te aseguro, sentiré nada, nada, nada, anda ven Raulito, repégate a mi, puedes poner tu dura tranca..., cerquita de mi...".
El chiquillo guardó silencio, apenas escuchó a la mujer darse la vuelta en la cama, alejarse de él, sintió que Julia se removía en la cama, cómo haciendo algo, pero no imaginaba qué; se quedó quieto, entre asustado y expectante, entre excitado y temeroso, entonces oyó la voz:
--"Anda Raulito..., acércate, ponme esa cosa dura atrás, ya estoy... lista, no sentiré nada, te juro..., ven chiquito, ven con tía Julia...", la mano de ella que lo jalaba lo sacó de trance.
Temblando de emoción Raúl se fue acercando al cuerpo de la mujer, casi hasta tocarla, pero no se atrevía, en eso la voz baja: "quítate la trusa Raúlito, tía Julia será buena contigo, dejará que hagas tus cosas, eso que quieres, esas cosas en que seguro piensas, anda chiquillo lindo, no me hagas esperar".
Con movimientos torpes se despojó de su calzón y se repegó a la espalda de Julia, entonces descubrió que ella se había desnudado totalmente, la piel de la espalda, suave, la gorda cintura, los desnudos brazos fofos y aguados, las caderas redondas y duras, toda, toda estaba ahí suspirando quedamente y haciéndose hacía atrás, hasta pegar el nalgatorio en la erecta protuberancia.
Raúl apenas se podía contener, se iba a coger a Julia, como hipnotizado con la mano recorrió las nalgas rotundas de la tía, las bajó hasta los muslos, su verga erecta estaba entre los cachetes del nalgatorio, presionó y el pito fue tragado por aquella carne, la mujer reculó, parando más las nalgas, entonces Julia llevando su mano entre sus piernas agarró el duro mástil y lo dirigió al sitio correcto, su voz: "puedes meterlo chiquillo travieso, pero procura contenerte, no me eches tu leche, haz lo que quieres, pero si te gana saca el palo de mi gatita, me puedes preñar!", acto seguido Raúl presionó un poco y de manera lenta la verga fue penetrando en la vagina de Julia, primero el glande fue tragado por los gordos labios calientes de la raja, luego sintió el chiquillo como poco a poco aquella caliente abertura se tragaba su erecto miembro, hasta que se quedó pegado al gordo nalgatorio de Julia.
Se quedó quieto, muy quieto, disfrutando de la rica y apretada, viscosa, tibieza que envolvía todo su tronco, en eso la tía se empezó a mover, apenas, delicadamente diciendo:
--"Ay chiquillo malo, malote!, chamaco del demonio, mira que tranca te cargas!, que verga tan rica le estás dando a tu tía, tu tiíta rica que se esta comiendo todo tu palote, anda chiquito lindo, malo y rico, riquito, muévete chiquillo malo".
Eso intentó Raúl, pero apenas iba en la primera arremetida, cuando su pariente empezó un furioso movimiento a contra punto, reculando, yendo y viniendo, empalándose, una y otra vez, gimiendo ruidosamente: "chiquillo lindo, que rico!, me sacas las ganas, me viene!, más, dame más fuerte, toda, la quiero toda, completa, que me quepa toda, hummm, papito de mi vida, me sacas las ganas, por todos los cielos que me los sacas, ahhhh, ahhh, hummjummm".
Raulito a duras penas se podía mantener dentro de aquella ardiente gruta, viscosa, pues a cada arremetida, sentía que la pucha de Julia perecía succionar, parecía que algo interno le jalaba el miembro, apretando, para a continuación ponerse floja; el entrechocar de los cuerpos producía un curioso chazz, chazz, hasta que Julia con un hondo "ayyyyy", se quedó quieta, entonces el chamaco aceleró sus metidas, sintiendo su propia venida en la punta de la verga, hasta que al suspirar por fin y echar el primer chorro, Julia reculó de tal forma que escupió la tranca que en esos momentos eyaculaba chisguetes de semen entre las maduras nalgas de la mujerona.
Luego ambos se quedaron quietos, inmóviles, en la penumbra de aquel cuarto impregnado de un penetrante olor, así pasaron varios minutos, hasta que el chiquillo se percató de un apagado murmullo, Julia decía algo en voz baja, sí, se dijo, ¡estaba rezando!, los dos todavía unidos, Raúl con la viscosa verga entre los gordos cachetes de las nalgas de Julia, ella sudorosa, pero era cierto: la mujerona estaba rezando!, él disimuladamente se hizo a un lado, hasta quedarse dormido.
A la mañana siguiente cuando Raúl abrió los ojos, se topó con la mujer, que de pie junto a la cama lo miraba seria: "ay Raúl!, ¿Qué voy a hacer contigo?, nunca pensé que fueras capaz de eso, yo no quería, ¿lo sabes verdad?, me hiciste presa de tus bajos instintos!, no sé cómo fuiste capaz de una cosa así, no sé como podré perdonarte...".
Raúl no sabía que contestar, estaba mudo, no entendía lo que en el fondo quería decir Julia, hasta que ella dijo: "no sé Raúl, eres un chico malo, muy malo, un jovencito que no se detiene ante nada para cumplir sus deseos, sus pecaminosos instintos, mira no voy a decir nada de lo ocurrido a condición de que tú tampoco digas nada a nadie, ¿entiendes?".
El chamaco apenas balbuceó un: "sí tía, como tú quieras".
--"Bueno pues, ¡a callar!, ¿lo entiendes?, ya veremos qué hacer, por lo pronto me voy a mantener vigilante para que no vayas a cometer esas sucias cosas con mis hermanas, ya veré como me las arreglo para evitarlo, soy capaz de sacrificarme por ellas, ¿entiendes?, cuando te asalten esos horribles pensamientos me avisas, y nos arreglamos, te dejaré que hagas esas cochinadas conmigo, sólo conmigo; yo que soy como una santa!, seré capaz de soportar tus pecaminosos actos con tal de mantener la santidad de este hogar", dijo la mujerona saliendo vociferante del cuarto.
Cuando Julia salió por fin de la recámara, Raúl no pudo soportar la sonora carcajada diciendo, "habrase visto, pinche vieja, si fue ella la que quiso, yo ni siquiera..., ay piche vieja calentona, y luego toda esa farsa!, ya ni chinga!, pero, viéndolo bien..., si las otras dos se ponen al tiro...", se dijo el adolescente sonriendo.
Capitulo 4
Los siguientes dos o tres días Raúl se la pasó meditando: las cosas no estaban saliendo como él quería, si quería escapar de esas viejas mochas al parecer estaba haciendo mal las cosas, pues Julia y Ofelia –que ya habían probado algo de lo que se cargaba entre las piernas— estaban expectantes, amorosas, pendientes de los más mínimos requerimientos del chiquillo para abrirle las piernas –lo que él trataba de evitar-- y eso no estaba dentro del plan, se dijo.
Por el contrario, tal y como iban las cosas estaba destinado a convertirse en el semental de las tres mujeres y eso... ni hablar, ni madres!, se repitió el chamaco.
Sería un lunes, o martes, no lo recordaba, pero era media tarde cuando el adolescente estaba limpiando por enésima vez los estantes con chucherías de la tienda cuando espantado descubrió a la tía Rosa, mirándolo detenidamente, recargada en el marco de la puerta, como repasando su cuerpo con mirada golosa:
--"¿Y bueno Raulito a mi cuando me toca?", la oyó decir.
--"¿Perdón tía?".
--"No te hagas!, chamaco verga caliente, la Ofelia te sacó la leche a mamadas, a mi hermana Julia te la cogiste bien y bonito..., ¿y yo qué?, ¿soy de palo o qué?", la sintió decir a su espalda, él temblaba nervioso –pensando cómo habría hecho Rosa para enterarse de todo eso-- cuando dijo:
--"No tía..., la verdad...", no alcanzó a completar la excusa pues ya la mujer estaba juntito a él diciendo en voz baja: "no chiquito, eso no se vale, esas cabronas cogiendo rico y yo nomás viendo..., no sobrinito, malote!, como te dice Julia, a mi me cumples igual o te armo un pedo del tamaño del mundo: a toda la familia le habrá de interesar que tú, un verdadero demonio, te anduviste cogiendo a un par de viejas beatas, casi unas santas..., a ver vamos viendo...", escuchó la voz imperativa, mientras miraba como su pariente tomaba asiento en una silla y abierta de piernas lentamente procedía a levantarse las amplias enaguas.
Luego recordaría el chiquillo cómo Rosa abierta de piernas subía su holgado vestido hasta la cintura, para descubrir ante sus atónitos ojos primero que Rosa no llevaba puestas sus pantaletas e inmediatamente después el peludo sexo; recordaría la mirada llena de lujuria de su tía, su voz insistente: "anda Chico malo, dale unos besitos a la gatita de tía Rosa"; recordaría como Rosa con ambas manos separaba la tupida pelambrera para dejar al descubierto los carnosos y renegridos labios externos de una tremenda pepa, gorda, muy grande la raja.
También recordaría su nerviosismo, su temor en las piernas al intentar acercarse, la respiración que se le iba, su nerviosa mirada volteando hacía la entrada de la tienda, como para comprobar que no entraría nadie y por fin cómo, arrodillado entre los fofos muslos blancos, el fuerte tufo femenino le pegó en el rostro –Rosa olía fuerte, penetrante— empero aquel olor en lugar de alejarlo lo atrajo como un invisible hilo, hasta que por fin los largos vellos del pubis de Rosa le cosquillearon la nariz, no se detuvo, no pudo detenerse, hasta sumir sus entreabiertos labios en la caverna ahora abierta.
En ese momento Rosa suspiró profundamente abriendo más las piernas para facilitar los avances del adolescente y así se mantuvo: abierta, completamente abierta, la carnosa raja sostenida a cada lado por los dedos de ambas manos de aquella mujerona; primero Raúl le dio besitos, recorriendo sus abiertos labios arriba y debajo de la pepa, luego pegó su boca arriba, donde los pliegues internos iniciaban, encontró algo duro, sensible, tan sensible que Rosa adelantó su pelvis a la caricia, ahí se pegó a mamar, chupar y chupar, mientras la mujer suspiraba ruidosamente y ese algo duro empezaba a crecer, el clítoris de la cincuentona emergió como una diminuta verga erecta; los diestros dedos de Rosa pelaron el prepucio del botoncito, ofreciéndolo a su sobrino: "anda chiquito chúpame el botoncito, dale lengüetazos", eso hizo el chiquillo: su filosa lengua sometía en esos momentos a furiosas caricias que iniciaron que Rosa brincara de la silla, arremetiera su cuerpo, buscara incesantemente los lengüetazos ardientes del chamaco, hasta que, tal vez demasiado rápido, con un escandaloso "aaahhhhh me vengo" la mujerona llegó al clímax, un fuerte e inesperado chorro de jugos salados sobre la boca de su sobrino, que siguió mamando el renegrido conejo, el hinchado sexo abierto al máximo.
Los estremecimientos de la mujer fueron amainando, poco a poco, su respiración se hizo poco a poco relajada, sus brazos ahora caídos a los lados; Raúl separó poco a poco su cara para ver la panocha abierta, sumamente abierta, fea, horrorosa, con aquellos labios hacia fuera, más negros aún, los pelos mojados pegados a la piel de la pucha y sobre todo percibir el feo olor, penetrante. Entonces se levantó limpiando su cara con un trapo, empero la mujer no había aplacado su calentura; la vio levantarse de la silla con desgano, caminar vacilante hacía la puerta de la tienda y colocar el letrero de "cerrado", regresar sobre sus pasos y decirle:
--"Ahora sobrinito quiero tu verga, métele el palo a tía Rosa, lo quiero en la colita, anda papacito ven, lo tengo casi nuevo...", dijo ella mientras le daba la espalda para apoyarse sobre la silla y ofrecerle el redondo nalgatorio.
Cuando el chiquillo pudo sacarse la erecta verga del pantalón, las manos de la mujer ya habían abierto plenamente los gordos glúteos mostrándole el negro agujero lleno de pliegues y de pelos, lo urgió: "anda chiquito, mi culo es todo tuyo y lo será todas la veces que quieras...", y apenas había colocado la punta del garrote sobre el negro culo, la mujer reculó, presionando sobre el duro palo, aflojando el cuerpo, manteniendo la presión en el sitio adecuado, para después, casi inmediatamente irse tragando el garrote erecto.
Los sorprendidos ojos del adolescente miraban como aquello cerrado lo succionaba, como los pliegues desaparecían para rodear, dolorosamente el glande, primero, luego poco a poco, toda la verga, hasta que estuvo completamente adentro del intestino de Rosa, que ahora suspiraba quedamente: "hummm, Raúl de mi vida, que verga tan rica!".
Luego el muchacho se agarró a los mofletudos cachetes y se empezó a mover, sacando lentamente casi todo el palo, luego empujando hacia delante, llenando la cola de su pariente con carne dura, al tercer envite ya la verga iba y venía con facilidad y a su nariz llegaba el olor a excremento. En una de las sacadas Raúl extrajo todo el miembro, maravillándose de cómo el culo de Rosa se mantenía abierto, abiertísimo, sin pliegue alguno, luego como atraído por una fuerza extraña volvió a sepultar su verga llenando a la mujerona de gozo, así estuvieron un rato más hasta que el placer se hizo insoportable y los chorros de semen bañaron las entrañas de la cincuentona, se quedó pegado al amainar los estremecimientos del miembro escuchando los apagados gemidos femeninos, luego extrajo la verga semi desfallecida descubriendo algunos restos de excremento mezclados con leche. Corrió hasta el baño para asearse con abundante agua y jabón, todavía desconcertado: había sido su primera culeada, su primera venida dentro de un culo.
Cuando regresó encontró a su tía recargada sobre el mostrador de la tienda, mirándolo todavía con deseo:
--"Ay Raulito eres tremendo, me diste una riquísima culeada, eres fantástico, se lo diré a Julia para que te pruebe por el culo".
Oír aquello sorprendió al chiquillo, que entonces comprendió que las tres mujeres estaban de acuerdo para cogérselo, para compartir equitativamente la verga de su pariente, se sintió traicionado, burlado, desconcertado, pensando: "¿y ahora cómo haré para escapar".
Capitulo 5
Nunca lo hizo, al menos durante los siguientes diez años, tiempo durante el cual, además de cogerse a las tías, pudo concluir sus estudios hasta licenciatura. Empero, en aquel momento, cuando Rosa le había descubierto el plan de las mujeronas para disfrutar del sexo a costillas de Raúl, al chiquillo perecía que el cielo le había caído encima.
Y como a todo se acostumbra uno, menos a no comer, Raulito al paso del tiempo le fue encontrando gusto en aquello de descargar sus ímpetus juveniles en las entrepiernas de sus sacrosantas congéneres. A cambio, las tías le dispensaban ciertas facilidades, como dinero para gastar; el pago de sus colegiaturas; vestirlo y calzarlo, en fin, todo o casi todo para tener contento al jovencito que una noche si y otra también hacía las delicias de la tía en turno, pues las mujeronas se lo turnaban, una a la vez, cada noche, aunque algunos fines de semana y cuando las viejas andaban arrechas, organizaban tremendas bacanales de sexo.
Asimismo, con el tiempo se fue enterando del apego de aquellas mujeres maduras por la religión, pues si bien en aquella ciudad todos o casi todos son mochos hasta el copete, sus tías utilizaban ese medio para dar rienda suelta a sus ganas de hombre, ¿cómo?, en los curas de la cercana parroquia, que casi tan santos como ellas necesitaban de alguna verija donde descargar sus naturales instintos.
De esa forma, los retiros espirituales de fin de semana, cada tres meses; los servicios religiosos en la casa parroquial, siempre por las noches y las confesiones privadas en la sacristía no eran más que excusas de sus tías para darle las nalgas al padrecito en turno, una a la vez o cuando se podía, y asistía el señor obispo, las tres juntas le daban batería a media docena de vergas sacerdotales.
¿Cómo se enteró Raúl de todo esto?, pues primero algunos rumores en la escuela preparatoria; luego el desgano de alguna de las tías cuando regresaba de misa de 7: "hoy no Raulito, vengo cansadísima con la penitencia que me impuso el señor cura"; y por fin el comentario de una de sus primeras novias: "ay Raúl, eres tan diferente a tus tías..., te ves tan seriecito, tan inocente..., tan buena gente...". Un poco de insistencia y algunos cariñitos hicieron el resto.
Así se enteró Raúl de la mala fama que reinaba en torno de sus casi santas tías, para todo el vecindario era una verdad conocida que escondían aquellas viejas maduronas tras su aparente mochería religiosa. Como sea Raúl ejercitó plenamente y aprendió poco a poco, todos los secretos del arte amatorio entre los brazos, más bien las piernas, de sus cariñosas tías.
Respecto a sus padres, allá en la ciudad de México, ellos estaban encantados del cambio experimentado en su hijito, que según sabían era un modelo de muchacho.
Ya estaba por concluir sus estudios universitarios en agronomía, cuando Raúl ya bien aleccionado en los placeres carnales empezó a cambiar la carne de sus fofa parientes, por otras más juveniles, duras y consistentes, y cuando por fin terminaba sus estudios, con su primera oferta de empleo y con novia prometida oficialmente para casorio, le dijo por fin adiós a las tías.
Julia, Ofelia y Rosa, las beatas, casi santas tías, por supuesto que lloraron a moco tendido cuando su sobrinito les dijo que como había desquitado peso por peso la educación que le había procurado, --a base de miembro, lengua, labios, dedos y demás— ya era hora de conocer otros horizontes. FIN
Por Micifuz6
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