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martes, 13 de julio de 2021

Cogí con mi hermano


Mis padres trabajan mucho. Mi padre es arquitecto por lo que trabaja en una constructora de fraccionamientos y normalmente hacen las casas donde les salgan las mejores ofertas por lo cual mi padre suele estar fuera de casa la mayor parte del tiempo pues le toca trabajar de planta fuera de la ciudad. Mi madre es enfermera y trabaja en un hospital en el turno vespertino y nocturno. Por la tarde de lunes a viernes y los martes, jueves y sábados también trabaja durante las noches. Por estas razones mi hermano y yo pasábamos muchísimo tiempo solos.

Todo comenzó hace 6 años, en ese momento yo tenía 10 años de edad y mi hermano tenía 14 años. Desde pequeños nos habíamos llevado muy bien. Él solía cuidarme y tratarme con mucho cariño siempre a lo que yo le correspondía de la misma manera.

Generalmente teníamos niñera de pequeños pero cuando mi hermano cumplió los 13 años pidió ser tratado como un hombre pues le resultaba vergonzoso que aún lo cuidara una vieja amargada. Después de mucha insistencia por parte de mi hermano hacia mis padres para que nos dejaran solos sin niñera le concedieron una oportunidad. Su prueba de fuego sería un jueves que a mamá le tocaba el turno vespertino y el turno nocturno. Le dijeron que tendría que demostrar que era merecedor de su confianza pudiendo cuidarse a sí mismo y a mí. Al final nos dejaron solos y mi hermano me pidió mi apoyo, yo tenía 9 años se acercó a mí y me dijo que si yo le decía a mamá y a papá que habíamos estado muy bien solos no iba a ser necesario que la vieja niñera que teníamos nos cuidara nuevamente. Como yo odiaba a esa señora porque solía gritarnos mucho accedí a apoyarlo y compórtame de la mejor manera para que no hubiera problemas y nos dejaran quedar solos sin niñera.


Cuando llegó mamá se dio cuenta que todo estaba bien le dijimos que no habíamos tenido ningún problema, que habíamos hecho nuestros deberes del colegio, que habíamos cenado y recogido y lavado nuestros platos de la cena y que nos habíamos ido temprano a la cama. Al principio mamá y papá no lo creyeron, pero decidieron tenernos bajo prueba unas cuantas veces más. Al cabo de un mes ya nos habíamos ganado la confianza definitivamente de nuestros padres. Ya era rutina para nosotros, pasar todas las tardes solo él y yo y cada tercer día pasar también la noche solos.

Pasó más o menos un año, yo tenía 10 y él 14. Todo era normal entre nosotros dos hermanos que prácticamente ya eran independientes de sus padres desde corta edad pero muy unidos entre nosotros. Íbamos y veníamos del colegio juntos me ayudaba a hacer mis deberes, jugábamos, veíamos la TV juntos. Era genial. Pero nuestra relación cambio drásticamente una noche, aún recuerdo la fecha: martes 24 de agosto de 1999, recién estaba empezando el cuarto año de primaria y él ya iba en segundo año de secundaria. Esa noche llego a mi habitación y se acostó a mi lado, como siempre he sido de sueño liguero lo sentí de inmediato y desperté.

–Hola –lo saludé con los ojos entreabiertos-. ¿Qué haces aquí?

–Tenía ganas de estar contigo… ¿me dejas dormir aquí?

–Sí –le contesté sinceramente y me acerqué más a él para que me abrazara-.

–¿oye?… ¿no tienes calor? –yo tenía puesta una pijama de blusita y pants de franela-.

–Sólo un poquito ¿por?

–Es que estás un poco sudada –se levantó un poco-. Ven levántate y te ayudo a quitarte esto que está bien caliente –me quito la pijama y me dejó únicamente en braguitas pues aún no usaba corpiños ni top-. Ahora si ven y acuéstate conmigo –ahí me di cuenta que él sólo estaba en bóxer y jamás nos habíamos visto así antes-.

Me acosté junto a él dándole la espalda y comenzó a recorrer con su mano todo mi cuerpecito, al principio me sobre salté e intenté detenerlo pero él no hizo caso y siguió acariciándome. Poco a poco me fui dejando y la verdad es que me estaba gustando mucho. Yo ya sabía cosas de la sexualidad, él me había hablado de eso y mi mamá como enfermera tampoco tenía pelos en la lengua con nosotros así que nos contaba todo como era.

Desde hacía poquito tiempo yo había empezado a pajearme de vez en cuando por las noches y esa noche lo había hecho. Me gustaba tocarme sentía muy rico pero jamás había experimentado un orgasmo. Ese era mi punto de comparación con las caricias de mi hermano cuando él recorría mi cuerpo y tocaba mis pezones un poquitito abultaditos por los principios de mis cambios hormonales o rozaba ligeramente mi lampiño monte de Venus yo me sentía muy bien. Me estaba gustando muchísimo que mi hermano me acariciara, me volteé para verlo directamente a los ojos y con las miradas nos entendimos que ambos estábamos disfrutando de aquello.

Me bajó mis braguitas con delicadeza y también se casó su bóxer. Quitó de encima de nosotros la sabana que nos cubría para que pudiéramos ver nuestros cuerpos desnudos. Eso me fascinó, jamás había visto antes un pene y el de mi hermano estaba muy llamativo y hacía arriba por lo que supe que mi hermano estaba excitado. Continuo acariciándome y yo comencé a acariciarlo a él, agarré su pene y me gustó mucho tenerlo entre mis manos al igual que disfrutaba al máximo como me estimulaba mi clítoris con su dedo índice. Cada vez me acariciaba más rápido y por el mismo frenesí que me estaba dando yo acariciaba aún más su pene. Quitó mis manos de su pene y se subió sobre mi para comenzar a pasar su lengua por todo mi cuerpo era rico pero no tanto como sus caricias o eso creía hasta que llegó con su lengua a mi vulva, me separó las piernas y yo gustosa le deje a la mano mi sexo. Metió su cara entre mis piernas y me empezó a chupar completa. No decíamos nada, sólo disfrutábamos de aquello que estábamos descubriendo juntos. Continuó chupando, succionando y mordiendo mi clítoris con lo que me hacía temblar, empecé a gemir levemente disfrutando de lo que me estaba haciendo con su boca, me chupó con locura lo hacía tan rápido que me resultaba hasta vertiginoso me estaba mareando y sentía que me faltaba el aire, de repente se detuvo y sentí fatal como un vació pero subió a mi boca a besarme con fuerza, no era nada tierno al contrario eran violentos sus besos y podía sentir un sabor muy extraño en su boca que era el resultado de mis flujos vaginales. Se acomodó entre mis piernas y empezó a restregarme su pene contra mi sexo, al principio eran movimientos medio rápidos, después se volvieron muy rápidos y en ocasiones hasta dolorosos pero él seguía, seguía y seguía hasta que algo mojó mi vientre y estomago. Se quedó quito un rato y después volvió a hacer lo mismo a restregar su pene contra mi vagina hasta que volví a sentir que lo tenía duro, continuó, continuó y continuó hasta que yo sentía unas sensaciones tan profundas y muy parecidas a las ganas de querer orinar pero me aguante y seguimos hasta que yo llegué a un estado en el que sentía que no podía aguantar más placer y mi hermano volvió a bombear semen sobre mi vientre.

Caímos rendidos ambos, muy casados pero muy felices. Me limpió un poco con su bóxer y también se limpió el pene, nos acomodamos y nos acostamos en la cama bien abrazaditos. Al otro día despertamos, ambos abrazados y desnudos en la cama. Él tenía en su cara una expresión culpable.

–¿Qué pasa? –le pregunté.

–Es que no debí hacerte lo de anoche.

–¿Por qué no? me gustó muchísimo.

–Sí y me gustaría que lo hiciéramos otra vez. Fue mejor que cuando yo me toco.

–¿te tocas? –me preguntó muy incrédulo-.

–Sí, algunas noches lo hago pero me gustó más contigo –contesté con un poco de pena-.

–A mí también me gustó más contigo que hacerlo sólo, pero no está bien.

–Nadie se va a enterar, te prometo que no le diré nada a mamá si tú me prometes que seguiremos haciendo esto.

–De acuerdo pero nadie se tiene que enterar.

–Nadie –repetí para confirmar que sería nuestro secreto-.

Así continuamos haciéndolo diariamente, nos apresurábamos a terminar nuestros deberes del colegio y de la casa para pasar toda la tarde desnudos acariciándonos hasta unos momentos antes de que llegara mamá y las noches en que ella trabajaba nos gustaba dormir juntos y desnudos. Pero llegó un día en que eso ya no era suficiente, habrían pasado unos cuantos meses desde que empezamos a tocarnos y acariciarnos.

Una noche mientras estábamos desnudos en su recámara acariciándonos y frotando nuestras partes para sentir más placer me dijo.

–Oye… me dan muchas ganas de penetrarte, quiero sentirme dentro de ti.

–Pero… eso duele ¿no?

–No creo que te duela mucho porque ya te he tocado con los dedos y te los he metido.

–Pero tu cosa es más grande que tus dedos.

–Si te duele paramos pero déjame probar ¿si? –se empezó a frotar contra mí más rápido con lo que me excité aún más y no me pude negar-.

–De acuerdo.

Se acomodó bien entre mis piernas y condujo la cabeza de su pene a mi hendidura. Los dos estábamos bien lubricados, por mis flujos y por las dos veces que él ya había bombeado su semen. Metió su cabeza y no tuve ningún problema al recibirlo al contrario se sentía muy bien. Él se agachó y me mordió un pezón al mismo tiempo que empujó con fuerza su pene contra mi vagina hasta que llegó al cuello de mi útero. Pegué un grito que seguro que lo escucharon los vecinos pero yo no sé si fue porque acabó con mi virginidad a mis 10 años en una sola embestida o si fue porque me mordió un pezón.

No se esperó a nada y comenzó a moverse dentro y fuera de mí, me dolía e intenté hacérselo saber pero él continuaba embistiéndome con fiereza lo sentía golpearme en lo más hondo de mi ser y poco a poco eso se hacía cada vez más placentero, el dolor desapareció por completo y sólo quedó el placer de estar siendo cogida por mi hermano. Pronto me empecé a mover junto con él en cada embestida disfrutando al máximo de que su pene estuviera tocando mis paredes vaginales y me estuviera haciendo suya, ambos gemíamos como locos, en ocasiones gritábamos. Todo eso era riquísimo, continuó bombeando dentro y fuera de mí con mucha fuerza hasta que los dos nos vinimos deliciosamente con un orgasmo tremendo. Sentir como explotaba y vaciaba su semen dentro de mi vagina era mil veces mejor que sentirlo únicamente frotarse contra mi vulva.

Después de tan delicioso orgasmo nos dimos sexo oral mutuamente en un delicioso 69 el me chupaba y se comía con todo mi vagina mientras yo me comía su pene saboreando su semen y mis fluidos.

Desde esa edad seguimos cogiendo cada vez que se nos apetecía, en ocasiones los dos estábamos muy calientes y nos cogíamos como locos y en otras ocasiones sólo era uno el caliente y el otro solo lo ayudaba a calmarse un poco. Y debo decir que cogíamos casi de diario a veces sólo nos acariciábamos para sentir placer pero no cogíamos por cansancio de la tarde o noche anterior. Nunca nos interesó cuidarnos y es que gracias a Dios mi menstruación se presentó por primera vez cuando tenía 14 años cerca de los 15, así que desde los 10 años hasta los 14 años había cogido con mi hermano libremente. Nunca tuve un pololo y es que mi hermano se volvió muy celoso conmigo, debo decirles que desde lo 12 años y medio mi cuerpo ya estaba muy lindo era el de toda una señorita y mi hermano de 16 años también estaba guapísimo todas la viejas de su salón andan tras de él y eso me hacía hervir la sangre porque él es sólo mío. Así que nos pusimos con condición mutuamente para seguir cogiendo entre nosotros que ninguno tendría novio o novia. Poco a poco nuestras cogidas se fueron convirtiendo en actos de amor. A los 10 años supe lo que era follar y a los 15 supe lo que era hacer el amor con la persona que realmente amas. Sí, después de todo me enamoré de él, de mi hermano y él se enamoró de mí, fue deliciosa esa primera vez en que hicimos el amor.

Estábamos en mi recámara besándonos, pausadamente y suavemente, separándonos únicamente cuando nos faltaba el aire, tomábamos una bocanada y seguíamos besándonos, ambos estábamos desnudos recién nos habíamos dado un baño juntos, mientras nos besábamos nos acariciábamos nuestros cuerpos, entonces me subí en él y comencé a besarlo todo, su cuello, sus hombros, sus ojeras, su pecho, su ombligo (ahí le dediqué un buen rato) seguí bajando y me encontré con su ya bien conocido pene bien erecto. Lo tomé con mi manos y me lo metí a la boca se lo comencé a mamar con dulzura y delicadeza pasando mi lengua por todo su glande, dándole mayor atención a la cabeza de su pene y mientras se lo mamaba con mis manos de acariciaba suavemente sus testículos y su escroto. Continué mamándolo hasta que lo hice venirse en mi boca, me tomé todo su semen sin desperdiciar ni una sola gota, con tantos años de cogernos nos habíamos hecho expertos en lo que nos gustaba y como nos gustaba. Después subí a besar sus carnosos labios, una vez que se recuperó nos dio la vuelta y me aplicó la misma, me beso mi cuellos, mis bien formado y redondeados senos, tomándose su tiempo en cada uno y dando mayor atención a mis erectos pezones, después bajo hasta mi sexo, el cual besó, lamió, chupó, succionó y mordió hasta que me hizo llegar a uno de los mejores orgasmos que jamás había tenido. Subió a mi boca para besarme y sin dejarme recuperar de mi orgasmo me penetró mientras me decía dulces “te amo” en mi oído. Me penetró con agilidad y con delicadeza por un buen rato, creo que estuvimos en el asunto de la penetración durante unos cuarenta minutos y abríamos seguido así de no ser porque el tiempo de la tarde sin mamá se nos terminaba y ambos ya necesitábamos con urgencia acabar, así que aceleró sus movimientos y yo lo seguí al compás de sus penetraciones hasta que nos liberamos ambos llegando a nuestro clímax acallando nuestros gritos de placer con dulces besos.

Hoy, un año después de esa preciosa tarde y primera vez que hicimos el amor, tenemos una preciosa hija de tres meses de edad. Suponemos que esa tarde tan maravillosa engendramos a nuestra bebé. Obviamente nos trajo muchos problemas nuestro embarazo y digo “nuestro” porque desde el principio, él dijo que no le importaba lo que las personas dijeran ni lo que nuestros padres nos pudieran decir, me dijo que estaría conmigo siempre y que bajo ningún motivo me abandonaría con el fruto de nuestro amor, un amor prohibido ante los ojos de muchos, pero nuestro amor al final de cuentas.

Ahora vimos los tres solitos en un pequeño apartamento que alquilamos, ya que nuestros padres cuando se enteraron de lo nuestro nos dieron la espalda diciendo que era una aberración lo que mi vientre engendraba. Eso nos dolió muchísimo porque nosotros desde el principio, desde que nos enteramos que estaba embarazada, desde ese día amamos a nuestro bebé con todo nuestro ser y saber que nuestros padres, los únicos abuelos que esa criaturita podría tener la rechazaban fue duro pero juntos nos dimos fuerzas para seguir. Yo estoy por terminar el instituto y él está estudiando la universidad y trabajando al mismo tiempo para que no nos falte nada a mí y a nuestra princesita. Aparte de una cierta mensualidad que nos pasa nuestro padre, sólo conocen a su nieta por fotografía y les hemos dicho que el día que la quieran conocer pueden hacerlo con libertad.

Cada día nos amamos más y pensamos en darle, en uno o dos años, un hermanito a nuestra princesa.

Gracias por leer mi historia y espero sus comentario.

Anónimo 

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