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viernes, 14 de mayo de 2021

Sola


Monótonas, sincopadas, monocordes, siempre igual, siempre lo mismo, como si estuvieran milimetradas en el tiempo. La noche, cálida, el balcón, abierto, y las estrellas plateadas brillando en el azul oscuro del firmamento en una noche tranquila, sosegada y ardiente, quizá la culpable de la excitación de su cuerpo en aquel caluroso verano de sus recién cumplidos diecinueve años.

Adormecedor era el sonido de la playa, pero no podía dormir. No, no podía dormir. Lo había intentado cerrando los ojos, procurando no pensar que estaba sola. Incluso se había masturbado esperando que después del orgasmo el sueño acudiría para tranquilizarla, pero no. A su mente solo acudían las mismas imágenes con las que se había dado placer y el resultado era un nerviosismo mayor.

Abrió los ojos. A la pálida luz de la Luna su mirada se poso en la cama gemela, en la fosforescencia de la luna del armario tan fría como la de Selene, en la mesilla entre las camas y en el balcón abierto. Ni una gota de brisa. Oyó la solitaria campanada que anunciaba la una de la madrugada.

Giro el cuerpo hacia la derecha, con la mano sobre el sexo cálido y húmedo, mirando de nuevo la cama vacía antes de cerrar de nuevo los ojos pensando en el por que se había acostado en aquella habitación que no era la suya. Quizá el miedo le impedía dormir sola en casa. Sin embargo, se quedo dormida antes de oír al carillón anunciando las dos de la madrugada.


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No siempre se cumplen diecinueve años y Tino lo había celebrado a conciencia. Ya era un hombre hecho y derecho. Mas alto y mas fuerte que cualquiera de los amigos de su pandilla, incluso mas alto que Yago, el mayor de todos. Tan mayor que tenia bigote y se afeitaba todos los días. Aquella noche les demostró quien de todos ellos resistía mejor la bebida. Ni en eso podían ganarle. Por eso era el Jefe, el que decidía que hacer.

A las cuatro de la madrugada, cuando se despidieron, había superado a Yago en tres cubatas ganando la apuesta. Le había salido gratis la noche. Yago tuvo que rascarse el bolsillo porque también había perdido todas las partidas en la bolera, a los dardos en la discoteca, y en la maquina de bolas le había ganado por treinta mil puntos de diferencia.

La vivienda de cuatro pisos no tenia ascensor. Tino se sorprendió a si mismo en el segundo piso. ¡Caray, estoy borracho como una cuba! ¿Así? ¿De repente? ¿Cómo era posible que haya dos pasamanos juntos moviéndose arriba y abajo? Sacudió la cabeza como un perro al salir del agua. Se bamboleo hacia delante, luego hacia atrás y, finalmente, acabo sentándose en un escalón con la cabeza entre las manos apoyado en la pared. Media hora mas tarde se despertó. Cada vez mas borracho subió las escaleras casi arrastras. Tuvo que encender el mechero para meter la llave en la cerradura. La luz de la escalera no alumbraba bastante según imagino. Eran unos cutres, hasta en la luz tenían que serlo.

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Mireya despertó cuando el sol, entrando a raudales por el balcón abierto, le dio en la cara. Poco después, con los ojos cerrados aun, conto las campanadas, ocho. Las ocho de la mañana y ya lucia un sol de justicia. Otro día de calor agobiante. Bajaría a la playa con su nuevo biquini. Veía ya en su mente los ojos de deseo de los hombres al mirarla. Era consciente de que era guapa no muy alta pero muy bien formada, quizá crecería mas pero, aunque no fuera así, su cuerpo rotundo, de curvas pronunciadas, llamaba la atención del sexo masculino. Ella lo sabia muy bien. No era necesario que su novio, le dijera a cada momento que tenia unas tetas deliciosas, unas piernas esculturales, unos muslos de fabula y un sexo precioso. Ella lo sabia mirándose en el espejo mientras se masturbaba bajo la ducha. Tenia un sexo pequeño y un delta de Venus perfecto.

Antes de entreabrir los ojos supo por que se había acostado en aquella habitación y, pese a saberlo, quedo sorprendida por la tremenda erección del cuerpo desnudo de Tino, su hermano mellizo, tumbado en la cama gemela. Habían pasado tres años desde la ultima vez que la vio, y si entonces ya le pareció grande ahora resultaba descomunal. Mas del doble de gruesa y larga que la de su novio. Sintió un ramalazo de placer contemplando el cuerpo desnudo y la congestionada y formidable verga. Parecía el mástil de un pequeño velero, recto y firme como la madera de teca, mas grueso y mas largo que su antebrazo. Era el pene mas grande y grueso de todos los que había visto, incluso por Internet.

Su dedo medio se hundió en la herida acariciando el clítoris suavemente sin perder de vista la inflamada verga. Imaginaba el placer que sentiría la mujer que fuera penetrada por aquella colosal mentula y se imaginaba a si misma siendo penetrada por ella; penetrada despacio, lentamente, hasta que todo el colosal carajo estuviera dentro de su sexo entrando y saliendo lentamente, hundiéndose por completo en ella para ser acariciado por todas las terminaciones nerviosas de su vagina. Con ese pensamiento tuvo el primer orgasmo, pero no por ello dejo de acariciarse ni aparto la mirada del congestionado miembro de roja cabeza carmesí.

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Por la misma causa que Mireya despertó Tino, sin embargo, cerro de inmediato los ojos porque la habitación giraba como un tiovivo y tuvo la impresión de que caería de la cama. No obstante, con los ojos casi cerrados en aquel pequeño lapso de tiempo fue suficiente para darse cuenta de que su hermana estaba acostada en la cama gemela. ¿Por que? No lo sabia pero sentía unas enormes ganas de follarla. No encontró otra razón mejor. El deseo de poseerla era inmenso, quizá debido al alcohol. Tenia muy claro que siempre había sentido una atracción especial por su hermana melliza, desde la primera vez que la había desflorado, al parecer contra su voluntad, jamás le había permitido volver a tocarla.

Cuando logro que su cerebro detuviera el bailoteo de la habitación, comprobó con los ojos entrecerrados, que Mireya no perdía de vista su erección y que se estaba masturbando. Sin proponérselo, su verga palpito de deseo contra el vientre, las ganas de volver a disfrutarla como tres años antes, lo impulsaron como un muelle de resorte y rápido como una centella salto de la cama arrancándole la sabana de un tirón. El camisón en la cintura y la mano en el sexo le dijeron que había acertado en sus suposiciones.

Fue tan rápido que ella no tuvo tiempo de reaccionar cuando ya lo tenia encima. Protesto airadamente, amenazo con gritar y decírselo al padre, revolviéndose como una tigresa bajo el corpachón del hermano. Cuando el le sujeto la cara entre las manos para besarla, ella le mordió la lengua con fuerza, pero no la suficiente para hacerle daño. El se dejo morder mientras la rígida verga se abría paso, no sin dificultad, en la ya húmeda vagina. Cuando todo el capullo estuvo dentro dejo de morderle la lengua y, poco después, a medida que la gruesa y congestionada barra de carne fue hundiéndose tan lentamente en su sexo como había imaginado que lo haría cuando se masturbaba, comenzó a chupársela cada vez con mayor ansia sintiéndose tan repleta con el enorme falo como jamás lo había estado. Lo de su novio Alberto era una broma comparado con aquella formidable lanza. Tuvo un orgasmo antes de que toda la descomunal verga estuviera enterrada en su vientre.

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Tino noto el fluido del orgasmo de Mireya bañándole la erección, las contracciones de la vagina sobre su dura carne y oyó el susurro de la muchacha sin poder entender lo que decía. Los vapores del alcohol, aun no disipados, le producían un deseo incontenible, pero al mismo tiempo le impedían eyacular y disfrutarla como hubiera ocurrido cuando, con toda la polla enterrada en la cálida vagina, el capullo rozo el útero produciéndole un placer inaudito. Se detuvo para mirarla.

Comprobó que Mireya, con el cuerpo tensado a causa del sublime goce que sentía, la cabeza echada hacia atrás, los ojos semi cerrados y la boca entreabierta mordiéndose ligeramente el labio inferior, aumento su deseo, pero no por eso apresuro sus vaivenes. Sus facciones le demostraban que tenia todo el aspecto de estar gozando de un placer desmesurado y susurraba algo que el no entendía.

Presto atención bajando la cabeza hasta casi rozar con el oído los hermosos labios de la muchacha y solo entonces entendió que repetía una y otra vez… ¡que delicia…que delicia… que delicia…! y se dispuso a complacerla siguiendo con el lento vaivén que pronto reventó en otro orgasmo de la hermana mucho mayor que el anterior y entonces se enterró en ella hasta las bolas.

La fuerza del orgasmo de Mireya fue de tal intensidad que, a no tener Tino la verga tan grande y tan rígida, las fuertes contracciones de la vagina la hubieran expulsado de su cálido estuche. El estaba deseando correrse, pero pese al intenso placer que sentía, la eyaculación no llegaba. Tino alcanzaba casi el punto álgido, pero antes de traspasar la frontera del orgasmo, algo lo detenía impidiéndole correrse. Indudablemente, pensó, aquello era debido a la cantidad de alcohol ingerido que su cuerpo no había podido asimilar aun, quizá debido a las pocas horas dormidas. Pero eso en vez de molestarle le complació mas, así podría estar dentro de ella hasta saciarla de placer. Nada le producía mas gusto que sentirse dentro de aquel sexo tan estrecho.

Después del ultimo y profundo orgasmo, Mireya, respirando a bocanadas, abrió los ojos. Los dos se miraron en silencio durante unos segundos. Ella vio el deseo en los ojos del hermano y le dejo hacer. Se preguntaba si se había contenido para verla disfrutar y aquel pensamiento la complació. De nuevo la beso en los labios y le correspondió chupándole la lengua como el se la chupaba a ella. Nunca nadie la había hecho gozar tan intensa y profundamente y parecía dispuesto a continuar haciéndola disfrutar. Ella deseaba que continuara, pero no quería demostrárselo.

Cuando, con la berroqueña virilidad encajada en su vientre hasta la raíz, agacho la cabeza para succionarle un pezón pasándole la lengua plana durante la caricia, noto como vibraba su cuerpo instantáneamente entre sus brazos mientras le acariciaba el pelo mordisqueándole la oreja. Se preguntaba si seria capaz de llevarla de nuevo a un orgasmo tan profundo y celestial como el que acababa de disfrutar. Ni siquiera su novio había logrado nunca con la boca producirle un orgasmo tan intenso y tan prolongado.

Siguió con los ojos cerrados dejándole hacer. De pronto se sintió desilusionada y enfurecida cuando el se la saco. Se encontró tan defraudada que estuvo a punto de darle un rodillazo en los te4sticulos. Se contuvo cuando noto su lengua lamiéndole el cuello, el hombro y bajando hacia sus pechos. Se entretuvo en los pezones enroscando la lengua y succionándolos. Siguió bajando y lamiendo todo su cuerpo como un gato lamería un plato de leche y pese a su frenesí y deseo se mantuvo inmóvil con los dedos arando el espeso y fuerte pelo negro de la cabeza que descendía hacia su estuche sin dejar de lamer ni un solo rincón de su cuerpo.

La estaba martirizando de deseo pero no deseaba que se diera cuenta de su frenesí, y controlaba sus deseos en espera de lo que imaginaba. Su sexo estaba sediento de la caricia de su boca y para cuando sus labios llegaron, abriendo la congestionada vulva con la lengua para chupar la carne rosada y húmeda, tuvo que contenerse para no separar los muslos y levantar las caderas en un deseo de ofrecerse a la caricia abierta como un compas.

Pero el también abandono aquella caricia para lamerle las ingles entre la vulva y el muslo por uno y otro lado. Lamio lentamente la parte interna de un muslo hasta la rodilla, paso al otro y lo lamio con la misma lentitud desesperante hasta llegar de nuevo a la ingle y entonces fue el quien le separo los muslos para abrirle con los dedos los congestionados labios de la vulva y lamerla con fuertes lengüetazos de abajo arriba y de arriba abajo, chupando su clítoris hasta que su vientre comenzó a vibrar como las ondas sonoras de un gong golpeado con fuerza.

Fue en ese momento cuando el bajo la boca hasta la vagina abriéndola metiendo sus labios en ella para sorberle su miel con la fuerza de una ventosa. Noto como se deslizaba su licor rápidamente hacia su lengua y siguió sorbiendo mientras ella aullaba de placer incapaz ya de contenerse durante mas tiempo, apretando su cabeza contra su sexo mientras levantaba sus nalgas ofreciéndose como una flor ente el calor del sol mañanero. Gritaba de gozo, sin importarle si los vecinos oían sus aullidos de placer porque había perdido el mundo de vista.

Cuando regreso de su viaje sideral el la seguía mamando con mayor ansia aun, con un deseo incontenible de ella que casi la molesto. Pero se dejo hacer notando como el enorme glande de su gigantesco falo palpitaba una y otra vez sobre el final de su muslo. Ahora se entretenía en sorber y lamer su clítoris, dándole suaves golpecitos con la lengua que rebotaban en su cerebro como las notas de un piano rebotan en la bóveda acústica de una sala de conciertos.

Para Tino la suave mata de negros rizos le pareció seda caliente, una seda viva en sus manos. No podía despegar sus labios de el. Era también una tortura. Su pene nunca había estado tan duro y le dolía. Su cuerpo nunca había tenido esta fiebre, este deseo puro, esta lujuria abrasadora. Quería hacer el amor con ella. No. Quería follarla. Enterrar su pene hasta que su corazón gritara al cielo por el orgasmo que le provocaría una y otra vez.

Quería correrse dentro de ella durante horas, acariciar su húmedo calor mil veces antes de encontrar su propia liberación. Quería abrazarla ya casi inconsciente, completamente saciada por el placer que le ofrecía, sabiendo que solo el podría dárselo…. el, su boca y su sexo. Ella nunca tendría lo que el podía darle.

Las lozanas curvas eran increíblemente femeninas. Pechos medianos, suaves, vientre redondeado, y amplias caderas que amortiguarían sus empujes mas poderosos, lo hicieron pensar nada mas que en el sexo, sexo y mas sexo. Y siguió comiéndola hasta notar que su vientre volvía a vibrar y de nuevo alcanzo su vagina tapándola con su boca para sorber su zumo que era para el como un potente afrodisiaco. La sintió arquearse como una ballesta, aullando de nuevo de placer con la cabeza completamente descolgada de la cama y el cuerpo estremeciéndose con sus manos engarfiadas en su cabeza oprimiéndolo contra el pequeño y sabroso sexo que lo enloquecía.

Quería darle tanto placer para que nunca mas sintiera necesidad de otro hombre. Saciarla de el con clímax cada vez mas poderosos. Si, ahora lo sabia, ella era la mujer que siempre había deseado y buscado en las otras. Y siguió comiéndola suavemente allí donde sabia que mas pronto que tarde lograría hacerla barritar de nuevo lujuriosamente.

El respiro profundamente, como si estuviese impregnando sus pulmones con el perfume de la esencia de ella. Las ventanas de su nariz aleteando, sus ojos destellando, parecía mas animal que hombre. Aquello la enervo, pero pese a ello su corazón comenzó a agitarse con energía debido a la excitación. Tino era el hombre mas peligroso y atractivo que alguna vez había conocido, y ella lo amaba, quizá, se dijo, lo había amado siempre sin saberlo.

El la conmocionaba, la hacia sentir cosas maravillosas. No podía imaginar como había podido vivir aquellos tres años sin saber que lo amaba desde la primera vez que la desfloro. Lo deseaba. Repetidamente, desesperadamente, tenia que tenerlo.

Recostándose contra el, Mireya presiono sus labios contra los suyos, y lo oyó emitir un sonido que mas pareció un quejido antes de apretarla contra el. Se volvió salvaje, desgarrando su camisón y gruñendo con la misma hambre desesperada que ella sentía. Con asombrosa fuerza la levanto para ponerla junto a la ventana. La hizo girar de espaldas a el, poniéndose detrás de ella. Ella se quedo allí inclinada sobre el alfeizar de la ventana, bajo la luz del sol, sintiendo una lujuria bestial que la envolvía.

Tino mordió su cuello, y ella gimió. Con manos ásperas la atrajo hacia atrás, contra el, y ella sintió su carne desnuda presionando apretadamente contra ella. La piel de Tino se calentó, ardiendo detrás de ella como un fuego rugiente. La inclino hacia delante y empujo completamente dentro de ella, sus pelotas chocando contra ella mientras se deslizaba en su interior.

Ella se quedo sin aliento. No dolorida, como había esperado, pero si envuelta en un éxtasis abrumador. Su sexo estaba absolutamente repleto con la verga de el, y el ángulo en el cual la penetraba lo ponía en contacto con todos los lugares secretos, placenteros y maravillosos en su interior. El placer y el dolor la mareaban, sus manos, su boca y sus dientes estaban en todos los lugares que podían alcanzar, su verga tan profundamente en su interior que ella sintió de pronto como si se hubiera dividido en dos. Un gemido agudo y animal sonó repetidas veces, y Mireya se percato que el sonido salía de sus propios labios.

— ¡ Ooooh, Ooooooh, Dios, Si! No te detengas! — grito una y otra vez.

—¿ Quien te posee, en corazón y alma?¿ A quien perteneces?— demando el.

— A ti, te pertenezco. ¡Solo a ti!— juro ella, en medio de gritos desmadejados. Sus cuerpos chocaban audiblemente, el sudor cubriéndolos con un fino brillo.

— Córrete para mi— ordeno el. — Ven, córrete para mi. Ahora.

Ella lo hizo. Inmediatamente luego de oír sus palabras, su vagina se apretó con la fuerza de un puño alrededor de el y el empujo aun mas furiosamente. Ella empezó a gemir, gritando mientras su cuerpo pulsaba y se estremecía. El orgasmo fue explosivo, intenso y absorbente. Cuando ella se hubo calmado se percato de que Tino estaba lejos de ella. El cayo de rodillas delante de ella y enterró su boca en ella. Lamio y chupo y de nuevo ordeno el.

El cayo de rodillas delante de ella y enterró su boca en ella. Lamio y chupo y le hizo el amor con su lengua hasta que ella se corrió otra vez. Las piernas temblando, totalmente agotada y sin capacidad de discernimiento después de la violencia de sus orgasmos, todo lo que Mireya podía hacer era gemir y apretarse contra el mientras Tino yacía en el suelo.

El la levanto y la monto encima de el. Su grueso eje la lleno por completo, alcanzando su útero.

— Móntame— gruño Tino. Con sus manos rodeándola su estrecha cintura con fuerza, ella le rodeo, moviéndose encima de el ansiosamente. Increíblemente el se puso aun mas duro mientras ella ondulaba sobre el.

El volvió su cara hacia la luna del espejo, sus ojos destellando hacia los de ella iluminados con un brillo plateado. Sus dientes relucieron, viéndose de pronto afilados y extraños junto a sus sensuales labios. El gimió y gimió bajo ella, sus caderas presionando contra las de ella, sus manos firmemente asentadas en la carne de las caderas de Mireya.

Repentinamente el se puso tenso bajo ella, su cabeza cayo hacia atrás. El orgasmo de Mireya tembló a través de ella justo un segundo antes de que su esperma inundara su matriz.

— Nunca me dejaras. Ni ahora, ni nunca, Júralo – urgió el cuando el primer borbotón golpeo con fuerza su útero.

— Nunca, nunca te dejare, te lo jurooooo… – grito a pleno pulmón notando los fuertes borbotones golpeaban contra la profundidad de su carne uno tras otro de forma asombrosa, exquisitamente dulce y prolongada.

Quedo desmadejada sobre el musculoso cuerpo del muchacho. Fueron calmándose. Ella pregunto suavemente a su oído:

–¿Qué haremos cuando regresen?

— Primero tienes que romper con Alberto, ahora mismo.

— Pero ¿como?

— Por teléfono, vete. Ahora mismo. Vamos, ¡YA! – grito furioso.

Y ella, desnuda, obedeció de inmediato al verlo tan enfadado y con el miembro tan rígido como si no acabara de inundarla con una catarata de semen que se deslizaba por sus muslos hasta sus rodillas.

Por Jotaene

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